Contrarreforma ultranacionalista
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La cumbre de la extrema derecha en Madrid revela una estrategia frontal para dinamitar el proyecto europeoLa ultraderecha europea celebra este fin de semana en Madrid una cumbre que quiere utilizar para relanzarse en el escenario de la UE. Bajo el impulso de Vox, el grupo 'Patriots' ha invitado a la capital de España a dirigentes como Marine Le Pen, ... Viktor Orbán o Matteo Salvini, referentes de ese espacio de populismo ultranacionalista que se ha convertido en una amenaza muy seria para el histórico consenso entre democristianos socialdemócratas y liberales sobre el que se había fundado el sistema político tras la Segunda Guerra Mundial y la derrota del Tercer Reich. El establishment político se ve zarandeado por esta contrarreforma. Bruselas y lo que significa se ha convertido en el nuevo objetivo. Paradójicamente, el quinto aniversario del brexit en el Reino Unido coincide con esta exhibición de fuerza del extremismo anticomunitario. Y todo eso se produce, además, en un contexto mundial en el que las viejas certezas se diluyen mientras no aparecen con claridad nuevas narrativas con suficiente solvencia para ser alternativas. 'Patriots' ha puesto sus ojos en una clase media en declive que siente miedo al futuro y que quiere recuperar un orden tradicional fuerte.
La nueva extrema derecha arremete contra ese proyecto europeo con furia, pero también con una calculada y sistemática frialdad. En parte, las ondas sísmicas del terremoto provocado tras la llegada de Donald Trump siguen afectando al ecosistema europeo, en donde hay valores fundacionales básicos, como el respeto a la diversidad, por ejemplo, que se ven amenazados por los nuevos peligros que acechan a la democracia liberal, uno de ellos, sin duda, la concentración de un ingente poder en manos de sectores sin ningún tipo de control democrático. Oligopolios que dibujan una nueva autocracia mientras la mayoría de las redes sociales son ya un ingente campo de cultivo en la que, lamentablemente, se azuza el odio y el resentimiento. Con este paisaje tan desolador, la 'guerra cultural' se va a perder irremediablemente.
Este es el panorama que vivimos y que condiciona de entrada a la derecha democrática. Una parte de su electorado se ve tentado cada vez más por ese proceso de radicalización. Nos encaminamos hacia una salvaje brutalización de la política en la que la simplificación de los mensajes desfigura por completo los debates. Si la ideología democristiana tradicional no pone pie en pared se va a ver engullida por esta evolución ramplona que termina por anular el pensamiento humanista cristiano.
Pero no solo la derecha tradicional o los conservadores y liberales convencionales son los que se sienten interpelados. Una parte relevante del electorado obrero que históricamente ha sido la base social de la izquierda puede verse tentado por las ideologías de la frustración. Atención al fenómeno que se conoce bien en Francia, en donde los pueblos en los que siempre había ganado el Partido Comunista hoy son feudos ultras. Resulta, de entrada, bien inquietante que una parte de la socialdemocracia europea haya terminado comprando el marco mental de la ultraderecha en relación con el debate de la inmigración. La apuesta por discursos y mensajes de 'ley y orden' pueden que respondan a la convicción de que la demanda de seguridad es una exigencia reciente en amplias capas de la sociedad. Pero también obedece a una renuncia en los lenguajes y a una aceptación del relato del adversario. Se renuncia a explicar bien cómo puede contribuir mejor una política de integración de la inmigración al futuro bienestar porque es más fácil y más cómodo recurrir al chivo expiatorio.
En España, la cumbre 'Patriots' interpela sobre todo al PP y le obliga a marcar distancias si no quiere verse en su día engullido por este volcán emocional. Es evidente que los populares tienen un problema si no consiguen achicar el espacio ultra que ha crecido a su derecha.
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