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El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, instó ayer a Pedro Sánchez a pactar un modelo de «financiación singular» para Cataluña durante 2024 y a abordar la «segunda fase del proceso de negociación con el Estado», donde Cataluña «decida su futuro en libertad, votando sobre ... la independencia».
Concierto económico en Cataluña como en el País Vasco y un referéndum de autodeterminación son las dos exigencias del Govern catalán al presidente del Gobierno de cara al año que viene, que vendrá marcado, según destacó Aragonès en su discurso de Navidad, por la aprobación de la ley de amnistía, su aplicación «plena» que permita, según dijo, «recuperar la libertad y el regreso a Cataluña de las personas represaliadas por su compromiso con el referéndum».
Ya hace tiempo que Aragonès trata de diferenciarse del resto de presidentes autonómicos, pronunciado su discurso de Navidad el día de San Esteban, festivo en Cataluña y no en fin de año como otros mandatarios.
La alocución de Aragonès, en la que destacó la grave crisis por la sequía que padece Cataluña y llamó a los partidos de la oposición a aprobar los presupuestos de la Generalitat, llegó una semana después de la reunión que mantuvo con Pedro Sánchez en el Palau de la Generalitat. Ambos presidentes alcanzaron cinco acuerdos, entre ellos la reactivación de la mesa de diálogo entre los dos ejecutivos para buscar una solución al pleito catalán a cambio de la investidura y del apoyo a la estabilidad.
El presidente del Gobierno y el de la Generalitat volverán a verse, acompañados de ministros y consejeros, en marzo o abril de 2024, en principio en Madrid. Sánchez y Aragonès coinciden en que el conflicto catalán debe resolverse desde la política, pero ya no se ponen de acuerdo en la fórmula. El líder socialista aboga por reforzar el autogobierno, mientras que el republicano insiste en reclamar la autorización para celebrar un referéndum sobre la independencia.
El Gobierno cierra de momento esta puerta, pero en cambio se abre a explorar un pacto fiscal. El jefe del Ejecutivo catalán puso ayer el foco en el pacto fiscal para poder «poner fin a un déficit fiscal insoportable». «Nos priva de destinar los recursos que ya pagamos –pero que administran otros– a mejorar la sanidad y la educación», afirmó. Y presionó con el referéndum, consciente de la negativa de los socialistas, aunque advirtiendo de que «no hace mucho decían que la amnistía era imposible». Sánchez y Aragonès reactivarán la mesa de diálogo antes de que el presidente del Gobierno se reúna con Carles Puigdemont. El presidente de la Generalitat sacó pecho y se colgó la medalla por haber conseguido el traspaso de Cercanías, del Ingreso Mínimo Vital y la ley de amnistía.
Fue ya su tercer discurso de Navidad desde que fue investido en mayo de 2021. En su primer mensaje navideño, amenazó a Pedro Sánchez con la vía unilateral. «Debe ser el año en que la negociación con el Estado avance y comience a aportar resultados tangibles», afirmó. Esas advertencias se convirtieron en cesiones por parte del Gobierno a cambio de la estabilidad en el Congreso: la reforma del delito de sedición y el de malversación. En 2022, sacó pecho de los frutos arrancados al Gobierno y llamó a Sánchez a «abrir una nueva fase y encontrar una solución al conflicto político».
Según sus propias palabras, este debería ser su penúltimo discurso de Navidad. La legislatura catalana está en su fase final, pero el jefe del Ejecutivo catalán ha asegurado en varias ocasiones que hasta febrero de 2025 no toca acudir a las urnas. 2024 será un año clave en el independentismo. El Congreso aprobará en primavera la ley de amnistía y algunos de los principales dirigentes del nacionalismo se beneficiarán. Es el caso de Carles Puigdemont, que lleva seis años huido de la justicia española.
El regreso de Puigdemont a Cataluña será uno de los acontecimientos políticos del año en España. El expresidente de la Generalitat aprovechó ayer las redes sociales para cargar contra el jefe del Estado. «La monarquía fue restaurada por el franquismo», afirmó. Por esta razón, a su juicio, es «comprensible que no termine de aclararse muy bien sobre cómo funciona la democracia». «No es que tenga alergia a saber la opinión de la gente, sino que su cultura política no lo puede encajar», remató.
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