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El papel de Podemos se ha convertido en una verdadera mina a la deriva que puede terminar por desestabilizar la legislatura y complicar el juego de los aliados de izquierda de Pedro Sánchez. El verdadero talón de Aquiles no va a estar en la gobernabilidad puesta en cuestión día sí y al otro también desde el Congreso por Miriam Nogueras. Ni por la retórica agresiva de Gabriel Rufián. De entrada, la decisión de Podemos y otros partidos de la izquierda plurinacional –como Compromís, por ejemplo– de tumbar el acuerdo entre Junts y el PSOE, por el que se da luz verde a la delegación de las competencias de inmigración a la Generalitat de Cataluña por considerarla «racista», augura un proceso muy complicado en el que la negociación entra en un terreno movedizo, sinuoso y plagado de prejuicios. Los morados justifican el rechazo a la ley en una supuesta condición 'xenófoba' de la formación liderada por Carles Puigdemont, que se resiste a apoyar una moción de censura contra la ultranacionalista Sílvia Orriolls, líder de la Aliança Catalana y alcaldesa de Ripoll.
Va a tener que esforzarse mucho José Luis Rodríguez Zapatero en intentar convencer a la formación liderada por Ione Belarra, que ha llegado a la conclusión de que radicalizarse es una de las razones existenciales que les puede garantizar su supervivencia en un espacio político en el que se ha producido un evidente achique de espacios. La apuesta de Podemos pasa por deslegitimar a Sumar como proyecto autónomo y caricaturizarlo como subordinado del PSOE. Paradójicamente, Junts ya ha anunciado su veto a la propuesta de la vicepresidenta segunda Yolanda Díaz de rebajar la duración de la jornada laboral, la medida emblemática de la ministra de Trabajo que quizá deba aparcarse por falta de apoyos. Junts vuelve a representar el nexo con el mundo empresarial que era la misión que tenía históricamente CiU antes de que estallara el 'procés'. Ahora, eso sí, los vetos surgen por doquier.
Podemos apareció como una fuerte sacudida al tablero político español al expresar un movimiento tectónico de descontento y malestar de los 'indignados' de 2015. Aquel terremoto sociológico se convirtió en un motor de cambio político que alteró al tablero de la izquierda tradicional y forzó el relevo generacional en el PSOE y los primeros gobiernos de coalición en la democracia. Primero con Unidas Podemos y luego con Sumar.
Pablo Iglesias, que sigue siendo una referencia indiscutible, ha considerado que su verdadero objetivo electoral, el adversario real, no es la derecha que le demoniza sino los socialistas de Sánchez que les quitan electores con el reclamo del voto útil. La negociación de los Presupuestos va a volver a ser un ejercicio kafkiano, una negociación al borde del precipicio que va a retratar esta estrategia.
¿En qué contexto se va a librar esa batalla en el seno de la izquierda social? Pues en un contexto absolutamente condicionado por la polarización y por el nuevo 'desorden' mundial emergente tras el realineamiento forzoso entre EE UU y Rusia, mientras una Europa y una Ucrania humilladas imploran para tener una silla en una eventual mesa de negociación que ponga el fin a la guerra.
La definición de un nuevo modelo de defensa, en el que Europa debería destinar hasta 800.000 millones de euros a programas de rearme y seguridad, expresan un nuevo paradigma que parte de constatar que EE UU ya no es un aliado fiable. La Europa continental busca autonomía energética y estratégica, pero sabiendo que en algún momento va a tener que asumir costosos gastos militares que pueden desequilibrar sus balanzas. La premisa suscita un rechazo radical en el mundo de Podemos, que explota el mayoritario sentimiento antibelicista muy presente en un segmento mayoritario de la sociedad española. Una crítica a la línea dominante en las 'élites' europeas que ilustra la crudeza del conflicto ideológico en las familias del 'progresismo' europeo.
El desmarque permanente de Podemos en un tema tan crucial como los gastos en Defensa, en una coyuntura crítica en la que Europa se juega su ser o no ser, es una prueba de madurez para el bloque de investidura. Que existe un espacio a la izquierda del PSOE es una realidad sociológica y política constatable, más allá de la representación que pueda tener.
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