La inteligencia

Ninguno de los dos fueron eventos aburridos. No es exacto el término. Quienes encendieran el televisor con la esperanza de distinguir un indicio de vocación pública habrán caído rápidamente en la apostasía. Ni el lunes ni el jueves hubo seducción, ideas.

Viendo los debates, recordé 'a sensu contrario' aquella escena de la película 'Las invasiones bárbaras', de Denys Arcand, en la que los protagonistas evocaban la teoría generacional de la inteligencia. Así, uno de los personajes, el profesor Citrouillard, interpretado por Pierre Curzi, afirmaba que «la inteligencia no es una cualidad individual; se trata de un fenómeno colectivo, nacional e intermitente». Y, en este sentido, destacaba la acumulación de grandes mentes en la Grecia clásica o la Italia del Renacimiento. Chispazos de fertilidad, en definitiva, capaces de espolear la civilización. Aquí, en la España del nuevo milenio, sucede lo contrario. Seremos afortunados si el país sobrevive al entramado.

Ganó el PSOE de Sánchez. El presidente creyó conocer las limitaciones de sus adversarios (incompetentes para dotar sus escaños de contenido constructivo) y convocó unas elecciones sobre el hartazgo del respetable; pero el resultado es muy peligroso. Porque los monstruos proliferan. Recuerden: los partidos que, en principio, defienden el sistema constitucional español suman 220 diputados; el 62,8% de la representación. Pero los monstruos son tentadores, como lo es arrojar fragmentos de política sobre la tumba del futuro.