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ander azpiroz
Lunes, 19 de diciembre 2016, 07:27
Comienza la cuenta atrás para la refundación de Podemos. El Consejo Ciudadano estatal dio luz verde ayer a la convocatoria de la Asamblea Ciudadana que definirá el futuro de un partido que, según acuñó Íñigo Errejón, durante sus dos años de vida «ha tenido que correr a la vez que se ataba los cordones». Las diferencias internas sobre el camino a tomar a partir de ahora son muchas y muy profundas. Tanto que la sombra de la escisión planea con fuerza dentro de una formación en la que sus dos máximas figuras, Pablo Iglesias y Errejón, se han declarado una guerra sin cuartel cuya primera consecuencia ha sido la fractura en dos de los órganos internos, del grupo parlamentario y de la militancia.
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En lo único que parecen coincidir el secretario general y el político es en la necesidad de acometer un cambio profundo que afecte tanto al modelo de organización como a la línea política. Si Iglesias habló ayer directamente de «refundación», Errejón lo hizo de «momento constituyente». A partir de ahí entre ambos solo está el abismo.
El secretario general no ocultó los problemas internos en su intervención ante el Consejo Ciudadano. Lo primero que hizo fue llamar a la responsabilidad porque «el mundo entero está mirando» lo que hace Podemos. A continuación, Iglesias abogó por un partido en el que todas las sensibilidades tengan sitio, pero para lograrlo, dijo, es necesario aprender a cerrar debates como el que ahora se ha abierto.
«No debemos caer en los vicios de las viejas fuerzas políticas y convertir nuestra organización en un campo de batalla de partidos dentro de un partido», señaló. No le nombró por su nombre pero a nadie se le escapó que se refería a su número dos, sentado en el consejo a su lado. Con sus palabras, Iglesias instó al secretario político a renunciar a la contestación interna en el caso de que sus propuestas sean rechazadas en la Asamblea Ciudadana. «No deben persistir corrientes o bloques irreconciliables tras el proceso», dijo. La respuesta del secretario político fue rotunda: unidad sí, pero uniformidad no.
Iglesias también hizo autocrítica. Así, aseguró que en el primer Vistalegre él y su equipo, en el que estaba Errejón, cometieron importantes errores. Uno de ellos fue marginar a las minorías en los órganos de dirección, reconoció. No obstante, el mea culpa fue limitado ya que, a renglón seguido, justificó que las decisiones se tomaron entonces condicionadas por la coyuntura electoral y resaltó que ningún partido en Europa ha irrumpido en la política nacional como lo ha hecho Podemos.
Acuerdo para Vistalegre II
Pese al enfrentamiento entre Iglesias y Errejón, el Consejo Ciudadanos de ayer discurrió en un clima de cierto consenso. El máximo órgano de Podemos entre Congresos, en el que al menos un tercio de los miembros se declaran abiertamente errejonistas, dio luz verde a que la Asamblea Ciudadana se lleve a cabo el 10, 11 y 12 de febrero, las mismas fechas en las que se celebrará el congreso del PP.
Pablistas, errejonistas y anticapitalistas la tercera corriente en discordia creen buena idea hacer coincidir ambos cónclaves para que la ciudadanía pueda contraponer el modelo de país de unos y otros. Aun así, Errejón no oculta su malestar por el hecho de que Iglesias propusiera las fechas sin anunciarlas antes al Consejo Ciudadano, órgano encargado de la organización de Vistalegre II.
El otro tema que se puso sobre la mesa fue la elección del comité organizador, un asunto que levantó recelos los días previos a la reunión como consecuencia de la escasa confianza que existe entre las distintas corrientes. Finalmente, se acordó que pilote el proceso un equipo de siete personas con el oficialista Pablo Echenique y la errejonista Clara Serra como portavoces.
Los pactos del día estuvieron precedidos por una conversación en privado entre Iglesias y Errejón que se produjo a las cuatro horas del inicio del consejo. «Vamos a darnos unos besos», ironizó el secretario general antes de entrar ambos en un despacho de la sede nacional.
La conversación se prolongó durante casi dos horas y la valoración a la salida de Iglesias se limitó a un «todo bien». Después, ambos dirigentes regresaron al consejo a transmitir lo negociado al margen de este órgano tan solo unas horas después de que el secretario general asegurase que el proyecto de Podemos no puede estar vinculado solo a «una o dos caras».
El censo con derecho a voto en Vistalegre II y si éste será abierto o cerrado a la militancia fue uno de los temas centrales de la discusión a dos. Finalmente, Iglesias accedió a que sea abierto a cualquiera que se inscriba en Podemos.
Aunque la reunión se cerró de forma amistosa, la tregua duró solo hasta la medianoche. Desde este domingo y hasta el martes pablistas, errejonistas y anticapitalistas librarán su primera batalla a cuenta del sistema de votación en la Asamblea Ciudadana. En un fiel reflejo de la distancia que separa a las tres familias, Iglesias quiere que se voten juntos proyectos políticos y dirigentes, Errejón que se haga por separado y los anticapitalistas apuestan por un modelo mixto. En manos de la militancia está que una de las tres corrientes cobre ventaja.
Iglesias, único candidato que se ha postulado hasta el momento para la Secretaría General, reclama unidad tras Vistalegre II y para lograrla se ha comprometido a diseñar una ejecutiva plural en la que esén representadas todas las familias. «Quiero un Podemos que no sea el partido de Pablo Iglesias», resumió.
Por muy buenas que sean las intenciones, la cuestión es si aquél que pierda el pulso interno estará dispuesto desempeñar su cargo como hasta ahora y, de ser así, si le dejarán hacerlo. Esto es algo que afecta tanto al líder del partido como al número dos y, de hecho, ambos han avanzado ya que se replantearán su posición orgánica si las bases rechazan sus tesis. Y es que si no se alcanza un acuerdo de mínimos se daría la situación de que Iglesias liderara desde la Secretaría General un proyecto que no es el suyo o de que Errejón defendiera como portavoz en el Congreso unas ideas que no comparte.
La posibilidad de tener que prescindir de uno de sus dos activos más valiosos preocupa a todos en la formación morada al margen de la corriente interna a la que se esté adscrito.
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