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Alberto Gómez
Martes, 24 de enero 2023
«Cubre esa entrada, anda, que la que nos espera es pequeña», le pide un policía nacional a otro en la puerta de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Más de una veintena de furgones y decenas ... de agentes blindan el edificio, convertido este martes en un improvisado búnker por el que hasta sobrevuela un helicóptero. Los accesos han sido restringidos y para entrar es necesario presentar en varias ocasiones el carné universitario o un código QR facilitado por la Universidad, un despliegue «sin precedentes» que trata de frenar las concentraciones anunciadas contra el reconocimiento a Isabel Díaz Ayuso como alumna ilustre de la facultad.
Dos horas antes del acto ya hay más de doscientas personas protestando por una distinción que consideran «vergonzosa». Bajo lemas y pancartas como «¡Ayuso, pepera, los ilustres están fuera!», «¡Decanos y rectores son opresores!» y «¡Ayuso, dimite: la Uni no te admite!», los manifestantes, convocados por asociaciones de alumnos vinculadas a la izquierda, avanzan unos cuantos pasos. No irán mucho más lejos. La consigna policial es clara: que no se acerquen a la facultad. Se suman otros colectivos, como pensionistas y profesionales sanitarios, y se producen las primeras tensiones: «¡Fuera Policía de la Universidad!».
Carlos y Pepa, una pareja de jubilados, se han acercado hasta Ciudad Universitaria para unirse a la concentración: «Nos parece una injusticia, por decirlo finamente. De alumna aventajada, nada». Pero Ayuso no será la única premiada. Le acompañarán otros siete antiguos alumnos como el actor Antonio de la Torre, el escritor Arturo Pérez-Reverte y la periodista Almudena Ariza, aunque el homenaje a estos últimos fue propuesto y votado por la Junta de la Facultad, a diferencia de lo ocurrido con la presidenta madrileña, cuyo nombre fue colocado encima de la mesa de manera directa por el rector, Joaquín Goyache.
Se acerca la hora y ya la Policía niega el acceso a cualquiera que no lleve el código QR, la invitación más cotizada de las últimas horas en Madrid. Nunca antes el 24 de enero, día de San Francisco de Sales, patrón de los periodistas, había despertado tanto interés. Las restricciones indignan a decenas de empleados de la Complutense, que se unen a las protestas. «Llevo treinta años trabajando aquí y en la vida he visto algo parecido. Me han pedido el DNI tres veces ya y no me dejan entrar», critica una administrativa que prefiere que su nombre no se publique: «A saber si luego me regañan». Una profesora aplaude la prudencia: «No lo des, no lo des. La Universidad en la que llevamos décadas trabajando nos está tratando como a delincuentes».
Algunos aprovechan para hacer campaña. Una joven graba a otro con el móvil, frente a la concentración: «Desde Juventudes Socialistas condenamos...».
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También queda algún despistado. «Estoy flipando. Tienen un despliegue aquí montado de cojones, voy a preguntar qué pasa», explica por teléfono un alumno confundido a su interlocutor. Enseguida alguien se lo resume, reducidas las cinco uves dobles del periodismo: «Nada, que le dan un premio a Ayuso».
Fuera parece que la presidenta madrileña tendrá que enfrentarse a un momento complicado si el salón de actos refleja la tensión ambiental. Pero los refuerzos no tardan en llegar. Una treintena de jóvenes, diferenciados del resto por su estética, más formal, se acercan a la Facultad, primero sin éxito. «Somos invitados», les explican a los policías. «¿De quién?», pregunta la prensa. Silencio conventual. «No habléis con ellos», apunta uno. Los agentes les permiten avanzar más que al resto, aunque aún no les dejan entrar. Un par de llamadas bastan: «Podéis pasar».
Dentro reina cierto caos. Antonio de la Torre va a entrar por la puerta habilitada para las decenas de medios de comunicación acreditados, hasta que alguien le corrige. «Por ahí no». Al periodista Ángel Expósito, otro de los premiados, le exigen el código QR. «Me ha dado un puntito de pena llegar entre furgones policiales. No me parece lógico tener que entrar a la Universidad con invitación», admitirá después. El coche oficial deja a la mandataria del PP regional en la puerta. Ha evitado cruzarse con la concentración, escuchar los cánticos en su contra. La treintena de invitados ayusistas toma sitio en la entrada de la Facultad.
Se produce entonces una batalla verbal pobre en originalidad pero apasionada, más elevada en decibelios que en argumentación. «¡Fuera comunistas de la Universidad!», gritan unos, segundos después de recibir a Ayuso entre vítores: «¡Presidenta!, ¡presidenta!». La ovación enseguida es respondida por otro grupo de alumnos: «¡Fuera fascistas de la Universidad!».
Comienza el acto. Primero se entregan los premios a los alumnos más brillantes de este curso. Una de ellas, Elisa María Lozano, rompe el protocolo. Evita dar la mano al rector y, en su turno de palabra, reprocha: «Hoy es un día de luto. Nos han tirado por tierra. ¿Ayuso está haciendo algo por nosotros? No. La Complu son los compañeros y profesores que están ahí fuera, manifestándose. Es un día muy triste porque cuando digo Ayuso oigo aplausos». Las nuevas generaciones del Partido Popular se rebelan y vuelven a aclamar a su líder: «¡Presidenta, presidenta!». Pero Lozano, la mejor de su promoción, insiste: «No rompo esto (enseña el diploma) porque creo que es ilegal y porque está mi madre grabándome y no sé qué va a ser de mí después de este acto».
Ayuso y su distinción a dedo por el rector también son objeto de crítica por parte de algunos de los alumnos ilustres que, como ella, han acudido a recoger su título. «Me preocupan los bulos y entiendo que el Rectorado no comparte esa preocupación», lanza Antonio de la Torre: «Mi padre murió cuando yo estudiaba COU y mi madre era analfabeta. Estudié aquí gracias a las becas y a que existe la educación pública. Libertad significa tener recursos para poder pensar por uno mismo y patria es lo que hacen los trabajadores de la sanidad y la educación públicas».
La cara de Goyache hace rato que es un poema. «Me he perdido», confiesa al no encontrar el siguiente punto del orden del día.
«Hemos creado bandos y estamos huérfanos de reflexión. Somos una sociedad que agoniza en la inmediatez», lamenta el periodista Xurxo Torres delante de decenas de colegas que se afanan por enviar sus crónicas antes de que acabe el acto. La última alumna ilustre en recoger su diploma, como en una película que deja para el final su mejor giro de guión, es precisamente Ayuso. Serena, sube al escenario y se sacude cualquier responsabilidad: «Yo no pedí ser elegida».
Tras un repaso de su vida académica, a la que ha confesado dedicar «los siete años más importantes de mi vida hasta ahora», la presidenta madrileña ha encarado la polémica: «Querían impedir que recibiera este reconocimiento. He llegado a leer amenazas. Siempre he defendido ser una más y lamento que esto tiña actos tan importantes como el de hoy, pero después de ver el desafío que ha supuesto me siento aun más concernida. Todos tenemos la obligación de defender la convivencia y la libertad». Tras sus palabras, de nuevo, la batalla. Más cruda que al principio. A Ayuso le cuesta acceder al coche oficial.
«¡Presidenta, presidenta!». «¡Fuera fascistas de la Universidad!».
A las dos de la tarde, igual que tras una larga noche de fiesta, la Facultad de Ciencias de la Información era casi un páramo. Como si nada hubiera pasado.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, dijo este martes que siente «pena» por los incidentes sucedidos por la mañana en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, en torno al acto donde se la reconocía como alumna ilustre. En este sentido, criticó tanto que ministros del Gobierno hayan amparado lo sucedido como que «Podemos» y «exrectores» hayan «calentado los cascos» a los alumnos.
Según señaló en declaraciones a la cadena Cope, esto hace veinte años «no se veía». «En la Facultad de Políticas de Somosaguas veías cómo la izquierda y el entorno de Batasuna se hacían fuertes con pancartas. Los demás nos fuimos a buscarnos la vida, trabajar y a hacer cada uno nuestras tareas, pero allí se quedaron unos cuantos, creando un cortijo y alimentando los odios», reprochó Díaz Ayuso.
En este sentido, la presidenta regional lamentó que esto no ha cambiado, sino que «ha crecido y está amparado por ministros del Gobierno». En cuanto a lo los gritos e insultos recibidos, se sentió especialmente molesta con la palabra 'asesina' porque «nn hay nada más grave que quitarle la vida a otra persona». Y concluyó afirmando que «más que miedo, he sentido pena», para acto seguido añadir que es mejor «no echar fuego en esto, no seguir hablando de ello».
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