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Olatz Barriuso
Miércoles, 30 de agosto 2023, 18:52
La intrahistoria de la conversación telefónica que a primera hora de la tarde de ayer mantuvieron Alberto Núñez Feijóo e Iñigo Urkullu durante más de treinta minutos –«franca» y «provechosa», en palabras del propio lehendakari– es digna del aura de confusión que envuelve a una ... investidura, la del candidato del PP, condenada al fracaso salvo sorpresa mayúscula. El anuncio de Génova de que el líder popular pretendía incluir a los presidentes autonómicos en su ronda de contactos previa a someterse a la confianza del Congreso fue despachado, salvo en el caso de los barones de su partido, con un sonoro portazo de los mandatarios del PSOE y con la disposición del lehendakari al diálogo con Feijóo y con cualquier otro actor político, pero dejando claro que el único interlocutor válido de cara a la sesión del 26 y 27 de septiembre es el PNV.
Se esperaba, por lo tanto, una llamada telefónica de trámite por la relación cordial que les une desde hace años, máxime al traspapelar Feijóo –según explicó él mismo tras su estéril reunión matutina con Pedro Sánchez– el 'whatsapp' que Urkullu le envió tras su comparecencia de arranque del curso en el Palacio Miramar de San Sebastián. Un mensaje en el que el lehendakari recogía el guante que le había hecho llegar el lunes el expresidente gallego y le emplazaba a hablar por teléfono esa misma tarde del martes, entre las cinco y media y las seis y media. Como explicó en su rueda de prensa, Urkullu quería tener la deferencia de comunicar antes a su Consejo de Gobierno la charla solicitada.
Pero el líder popular, que tenía «bastante» plancha acumulada en su aplicación de mensajería, no vio el recado, así que, según contó, pidió «disculpas» al lehendakari y ambos se emplazaron a hablar ayer por la tarde. Porque, como recalcó Feijóo, su intención nunca fue mantener reuniones presenciales con los presidentes de las comunidades sino «escuchar a los representantes ordinarios del Estado» en las autonomías y convertirse así en el primer candidato dispuesto a hacerlo.
Urkullu no ocultó en público sus suspicacias sobre esa pretensión, no solo por equiparar a las autonomías de régimen común con nacionalidades históricas como Euskadi y Cataluña, sino también por sus dudas sobre las intenciones con que se estaba utilizando su nombre, las de abrir una brecha interna en la formación jeltzale tras las objeciones de veteranos exdirigentes como José Alberto Pradera al alineamiento de Sabin Etxea con el bloque de izquierdas que apoyará a Pedro Sánchez.
Pero, pese a todo ese ruido, la valoración de la conversación fue bastante más positiva de lo esperado, y su duración –«algo más de media hora», según fuentes de Lehendakaritza–, reveladora de que fue mucho más allá de la pura cortesía. El lehendakari la describió como «franca» y «provechosa» tanto «para el análisis del presente» como «del futuro». Una manera de transmitir, entre líneas, que Ajuria Enea, que teme una legislatura corta e inestable si Sánchez logra armar su complejo puzle de apoyos, considera a Feijóo un interlocutor válido a corto y medio plazo.
Eso sí, el lehendakari le transmitió igualmente que la cuestión de la investidura «debe abordarla con los responsables del PNV». Urkullu ya aprovechó en Miramar para cerrar filas con su partido, que se niega en redondo a facilitar la elección de Feijóo, con el argumento de su dependencia de Vox, que «es quien fija las condiciones aunque no forme parte del Gobierno».
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