Agente de policía como profesión, cocinero por afición

Manolo, que en su vida profesional fue Policía Nacional, desempeñó su trabajo durante mucho tiempo en la Jefatura Superior de Policía de Cantabria, en La Albericia, mientras que los últimos años formó parte del personal de seguridad en el Aeropuerto Seve Ballesteros de Santander.

Manolo, en su tiempo libre, hacía una de las cosas con las que más disfrutaba, cocinar... ser cocinero. Tanto es así que en la Peña Los Chimberos de Pontejos le nombraron Maestro Cocinero, por su gran trabajo al frente de los fogones en todas las fiestas a las que acudían.

Pero la pandemia del covid tuvo a Manolo, durante dos años, sin poder acudir a los festejos con los que tanto gozaba y en los que preparaba sus guisos o asados. A él nadie le parecía extraño, le daba igual quien le viniese a buscar para hacer sus comidas en distintos y abundantes lugares con motivo de fiestas y conmemoraciones. Allí estaba siempre, metido entre los pucheros.

Pero su prioridad fue siempre local: Pontejos, Gajano, Rubayo, Pedreña..., o pueblos cercanos como Somo (Asociación San Ibón), Rucandio, Hermosa y demás (nos van a disculpar las que no hemos citado, por olvido).

De todos estos eventos, en el que más ilusión ponía era El Día del Niño, en Pedrosa, y sobre todo en el de La Campanuca, fundada por Los Chimberos, junto a don Rufino Casuso, párroco de Pontejos, que se inició con una fiesta y después con la inauguración de un monolito tras su defunción.

«No podemos despedir a Manolo si no con un abrazo muy fuerte de sus amigos Los Chimberos», dice el presidente de la peña, Santiago Méndez. También todos aquellos que le querían y respetaban y que aún no pueden olvidar «a una de las personas que les han hecho la vida más alegre», dicen.

Además, sus amigos quieren mandar un abrazo para Cionín y sus hijos: «Despedís a un gran esposo y padre, pero sobre todo a una grandísima persona y amigo».

Carismático y querido, Marcos Rollán 'Manolo', que falleció el pasado martes 13 de diciembre, ha dejado huella en su Salamanca natal, pero sobre todo, en «su Pontejos del alma», como él siempre recordaba.