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«No fue a la escuela, pero era un genio. Se desenvolvía muy bien en la vida». A Gregorio Corrales (Beranga, 1928), no se le ponía prácticamente nada por delante. Goyo, o Gorio, como le llamaba Carlos Torre, una de las personas que mejor lo ... conocía, fue jugador de bolos, directivo, organizador, pionero y, sobre todo, alguien con una vitalidad que arrollaba a todos los que tenían alrededor. Sus primeros pasos bolísticos los dio en su pueblo, en la bolera de La Huerta de Esperanza, a la entrada de El Ferial. Un tiempo de desafíos y eternos días de corro en los que Goyo creció hasta convertirse en uno de los mejores jugadores de la época, hasta incluso desafiar, junto a su compañero Ángel Calderón, «a cualquier pareja de la montaña que quiera batirse el cobre con ellos».
Un reto a la altura de un hombre que en 1956 emigró a Vizcaya, donde en ese momento solo existía una bolera, en Portugalete. Sin embargo, el impulso de la inmigración cántabra y el ímpetu de un grupo de pioneros, entre ellos Goyo, expandió la modalidad hasta formar en 1960 la Federación Vizcaína, un ente que el de Beranga presidió entre 1963 y 1974. Antes, en 1962, se había puesto en marcha la primera liga, formada por cuatro peñas y que terminó con el título en manos de Irala, la partida de Corrales. Primer campeón vasco a nivel individual y de parejas, su mandato federativo supuso un impulso al bolo palma en todo el País Vasco y el surgimiento de peñas y boleras en muchas localidades.
Casado y con dos hijos, en los 80 una enfermedad le obligó a dejar la práctica activa de la modalidad, aunque nunca se desligó por completo y nunca dejó de seguir a la peña Beranga, la de sus amores. Como anécdota, Carlos Torre recuerda que el pasado mes de agosto le llamó para comentarle que la entidad había ganado la Liga y que les iban a hacer un homenaje, al que Gorio, ya muy enfermo, anunció su intención de asistir. Solo uno de sus hijos, Joserra, le disuadió dado que la situación no era la mejor. Fue otra muestra más de vitalidad de un hombre que impulsó los bolos allá por donde pasó. En 1966 le fue concedida la medalla de oro de la FEB y al dejar el cargo en 1974, de presidente de la Federación Vizcaína, la placa de Honor.
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