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La unanimidad en cualquier aspecto de la vida es muy difícil de lograr. El que uno sea querido y apreciado por todos tus vecinos es ... casi imposible, sobre todo, en localidades pequeñas donde las emociones son más intensas. Y si, encima, has nacido en el pueblo de al lado, por aquello de las rencillas, lo logrado por Carlos Liaño Oruña solo puede denotar una calidad humana fuera de lo común.
Carlos había nacido en Polanco hace 90 años, aunque toda su infancia la pasó en el Barrio Obrero de Barreda (Torrelavega). Cuando se casó con Emiliana Alonso se fue a vivir a Torrelavega donde nacieron sus tres hijos, Estela, Néstor y César. A todos les inculcó el amor por el fútbol. Y es que Carlos siempre estuvo vinculado a la Sociedad Deportiva Barreda Balompié, donde jugó varios años, hasta que una lesión le obligó a dejarlo cuando defendía los colores ante el Deva.
Colaboró con la Federación Cántabra de Fútbol. De hecho, según apunta su familia, Carlos ha seguido viendo fútbol -tanto sobre el terreno como en televisión- hasta el último momento. porque el balompié era su gran pasión.
En 1964 un grupo de amigos y compañeros de la factoria Solvay, la empresa en la que trabajó durante toda su vida, decidió coger las riendas del Barreda pues en aquel momento el club no contaba con presidente. Entre todos ellos decidieron que fuera Carlos la persona que asumiera ese cargo en el conjunto de la 'sosa'. En el club de sus amores estuvo como máximo mandatario durante catorce años. Tras su marcha, tan solo ha habido dos presidentes al frente: Fernando Revuelta y el actual mandatario, José Girón. «Cómo no le iba a gustar el Barreda y todo lo que sucedía a su alrededor. Mi padre empezó a trabajar en Solvay con 14 años y allí estuvo como empleado hasta que se jubiló», recuerda su hijo Néstor.
En el Barreda, durante la etapa de Carlos en la presidencia, jugaba Carlos Santillana. «Aún recuerdo cuando Santillana iba a mi casa, allí se firmó el contrato con el Racing», evoca Néstor. La única cláusula que puso encima de la mesa Carlos al conjunto cántabro fue que en caso de que lo vendieran tendrían que dar al Barreda una parte. «Sí lo hizo el Racing cuando lo vendieron al Real Madrid y mi padre invirtió el dinero en arreglar las instalaciones», cuenta Néstor.
Sus amigos recuerdan a Carlos Liaño como «una persona entrañable, de esas que siempre están ahí, buen amigo de sus amigos. Una buena persona que dedicó sus últimos años a pasear por Suances ya que, después del fútbol, el mar era su gran pasión.
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