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Era uno de esos artistas con duende. Con un estilo propio, un acento peculiar en lo que hacía, que incluso le llevó a dejar casi intacto su nombre de pila. Porque aunque vino al mundo hace 75 años como José Expósito Ricondo, para todos los ... que le trataron siempre fue el 'Cevi'.
Se crió hasta los cuatro años en Los Rosales, Sevilla, lugar al que sus padres habían marchado por cuestiones de ganadería. Ya de regreso a Laredo, cuando alguien le preguntaba al pequeño de dónde era, respondía con gracejo: «Soy Cevillano». Y así quedó configurado el apodo de uno de los artistas que más carisma han tenido en la Batalla de Flores.
A ella se vinculó a finales de los años 80, siendo colaborador de su hermano Ángel y de Miguel Sol, tras haber hecho sus pinitos con el propio Pepín Berasategui.
Como en tantos otros casos, fue arrimar los labios a la emblemática fiesta laredana y quedarse envenenado sin remedio. Hasta el punto de que ya nunca dejó de organizar su calendario en torno a esa cita fijada en las postrimerías de agosto.
Aquí floreció la afición más fecunda de quien había sido atleta, ciclista e incluso boxeador como aficiones de su juventud. Ninguno de aquellos ganchos lanzados al aire mermó las facultades innatas de quien fue de los mejores modelistas en escayola y talladores en el corcho que ha brindado el centenario festejo pejino. Suyo era un don innato para que sus figuras quedasen tan bien definidas que parecieran a punto de cobrar vida.
Ya prometía maneras cuando se hizo con un primer premio en el concurso de belenes de la parroquia, con una soberbia creación en escayola que, por tener, hasta incluía un pequeño riachuelo para recrear con encanto aquellas lejanas tierras de Judea.
También dejó su sello en el Taller Moowan, donde colaboró en la puesta a punto de las figuras del belén municipal así como de la propia sardina destinada a las llamas. También dio clases de fontanería en la Escuela Taller.
Pero fue en la Batalla donde desplegó toda su capacidad artística y creativa, envuelta en un carisma con el que se ganó a propios y rivales. Ejerciendo de contrapunto eficaz a los más impulsivos, y siempre listo para echar una mano a quien la necesitase.
Fue de los entusiastas de la versión más clásica de la fiesta. Y de los convencidos de que una de las claves del éxito se cimentaba en el hierro que daba consistencia a las estructuras. En la última edición, sus incondicionales, aglutinados en torno a Spartans, con su hijo David al frente, improvisaron un sentido homenaje a 'Cevi' al paso por la tribuna. Para él fue una de las ovaciones más sentidas de aquel último viernes de agosto. Y para él estaba reservado el honor de carrocista veterano en la 112 edición. Una distinción consensuada entre el Ayuntamiento y sus compañeros meses atrás, que le llenó de orgullo y le generó la duda sobre si volver a enfundarse esa característica camisa blanca que pocos llevaron con tanta elegancia.
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