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Viajar de Cantabria a Madrid en moto, todavía a día de hoy, supone afrontar una travesía complicada. Hacerlo en ciclomotor multiplica tiempo y dificultades, por ... lo que hacerlo en un ciclomotor de los de hace 60 años era casi una quimera. No para dos intrépidos bolistas, Sidorín y Julio Cebada, que se montaron en el vehículo rumbo al Concurso de San Isidro. Competir sobre el corro era una manera de ver mundo para dos personas de la Cantabria rural, poco acostumbradas a los viajes. El problema llegó cuando llegaron al Pantano del Ebro, ahí comenzó el debate. Y es que cuando divisaron la masa de agua estancada la confundieron con el mar, lo que les hizo pensar que se habían equivocado de camino.
La anécdota ilustra muy bien el carácter de Julio Cebada (Muñorrodero, 26-6-1936), uno de los históricos, un jugador de partida, aguerrido, pulsista y embocador que falleció hace unos días en su domicilio. Como recuerda su amigo Adrián González «batallas como esa tenía muchas. Era una persona afable, con muy buena conversación y culta, sabía de lo que hablaba». Y es que no era raro verle por Pindal o por su pueblo tomando un aperitivo y hablando de lo que más le gustaba, de los bolos. Con ganado en propiedad hasta hace pocos meses, Cebada trabajó en la cantera de Muñorrodero, un trabajo duro que curtió su personalidad y que, en ocasiones, le obligaba a ir a los concursos o partidos en duras condiciones físicas.
Julio militó en peñas como Zurdo de Bielva (que tenía su sede en La Cocina, en Roiz), La Rabia, Comillas, Darío Gutiérrez, Altamira o Bustio, a la que ascendió de categoría. Compartió pareja con un chaval en ciernes al que todo el mundo llamaba Tete y que, con el paso de los años, se convirtió en el más grande de la historia de los bolos.
Con mucho pulso, sobre todo al pulgar, Cebada era jugador de dos bolas, bolista duro, competitivo, forjado entre piedras, siempre presumió de haber ganado todos los desafíos embocadores que disputó con Modesto Cabello, lo que son palabras mayores, y de disputar durante ocho años seguidos el Memorial Marcelino Botín. Es decir, uno de los grandes, dentro y fuera de las boleras.
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Ana del Castillo
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