

Secciones
Servicios
Destacamos
«Sé valiente, la misión te espera». Este lema del Domund, seguramente Pilar Ruiz Marcos (Bostronizo, 1944-Kangoya (Kenia), 2022) no lo conocía cuando en ... 1964, con 20 años, decidió dejar su pueblo de Arenas de Iguña para iniciar una definitiva aventura vital de entrega a los demás. Cuando tomó esa decisión, tenía novio, era una muchacha alegre y sociable, pero antepuso todo a su deseo de hacer llegar la voz de Cristo a los lugares más recónditos, frente a una vida que podría haber sido segura y apacible. Sabía qué quería hacer de su vida y la encajó como religiosa, ingresando en la orden de las Carmelitas Misioneras. Kenia fue su destino, allí trabajó y en ese país ha fallecido, entre sus gentes, quedando como símbolo de la entrega a los demás sin más contraprestaciones que haber descubierto en su misión, llevada a cabo durante 57 años, que era más consciente de vivir y la importancia de ser presencia de la Iglesia a 9.500 kilómetros de su tierra natal.
Es de suponer que con juventud y decisión, Pilar enfrentó lo que fue una nueva y radicalmente diferente existencia, guiada por una característica común a todos los que han dado a la misiones: la valentía. Dicen que la misión es el mar por el que navega la barca de la Iglesia, que conduce el misionero con valentía y decisión, porque sabe que su trabajo está en no pocas ocasiones sujeto a imprevistos, sorpresas e incluso riesgos. Precisamente ese riesgo lo sufrió en su propio cuerpo cuando perdió un brazo en un accidente de coche cuando se movía por las procelosas carreteras de Kangoya, una población muy pobre. Se durmió conduciendo, debido a que perdió la consciencia por un golpe de calor. Estuvo quince días en coma, pero se repuso y, auxiliada por esa misma valentía, siguió junto a los más pobres.
Allí se volcó en defensa especialmente de las mujeres keniatas, agobiadas por la pobreza, la discriminación y la incomprensión. Llevó a cabo, por ejemplo, un programa para fabricar ellas mismas productos para la higiene íntima, cuya carencia les hacía sentir vergüenza y no asistir a la escuela en la que recibían la formación que les permitiría, mínimamente, salir de su delicada situación, quedándose escondidas en sus casitas de hojalata. También se dedicó con ahínco a liderar la construcción de un dispensario médico en Kangoya, una aldea de 10.000 habitantes en la que todo es necesario. En esto estaba cuando le sorprendió la muerte.
El año pasado, la hermana Pilar regresó a Cantabria para someterse a una operación quirúrgica de cadera, y al tiempo, llamar a todas las puertas en busca de ayuda para conseguir los 200.000 euros que necesitaban para hacer realidad el dispensario, fundamental para la vida de los kangoyeses ya que el hospital más próximo lo tienen a tres kilómetros, y para llegar a él, solo poseen medios de traslado más que precarios. Junto a otras tres hermanas, de 51, 41 y 29 años, formaban esta misión -ella fue la única religiosa española que quedaba en África- y a sus 78 años, estaba implicada como la primera, aportando experiencia y vitalidad. Su funeral se ofició en la torrelaveguense iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, donde vive gran parte de su familia, ya que su cuerpo quedó en la tierra por la que luchó y a la que amó toda su vida. Descanse en paz quien ya habrá recibido recompensa a su generosidad.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.