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La historia de Mario Salinas Gómez, que falleció el pasado domingo día 30 en Santander, es la de un artista enamorado del dibujo y la pintura. Un madrileño oriundo de Astillero que vivió en la capital cántabra los últimos treinta años junto a su mujer, ... Ana Cubero Schumann; sus hijos, Saúl y Sandra, y sus nietos, Lucas, Mario y Dani. Un funcionario del Instituto Nacional de Estadistica, donde sus compañeros le recuerdan con cariño, que desempeñó la parte más creativa de su vida entre lápices y pinceles.
Salinas nació en Madrid en 1949. Los primeros estudios los realizó entre su ciudad natal, en el Colegio San Agustín, y más tarde en Salamanca. En la Escuela de Artes y Oficios se matriculó en los años 70 para trabajar y aprender todo lo relacionado con el hierro y la soldadura como parte de la actividad artística.
Atraído profundamente por el dibujo y la pintura, frecuentó el estudio madrileño del maestro Díaz Caneja -el pintor de los paisajes castellanos- del que recibió sus enseñanzas e influencias. Fue también miembro de la Federación Internacional de Artistas Plásticos y realizó exposiciones en diversas ciudades del país, así como en Francia e Italia. Su obra está en colecciones particulares de España, Canadá y Alemania, entre otros. En Santander mostró parte de su obra en el Gran Casino del Sardinero, en dos ocasiones; el Centro Cívico de Puertochico, y la desaparecida sala de CC.OO. También expuso en Barcelona, París y Luxemburgo, con notable éxito.
Mario dedicó gran parte de su vida a la enseñanza de dibujo y pintura en el estudio que tenía situado en su domicilio de Cueto y por el cual pasaron muchos alumnos.
En su currículo se cita que sus primeros trabajos artísticos fueron en el mundo de la publicidad, con varias campañas para una importante agencia de la capital española.
Tiene en su haber distintos galardones como el Premio Nacional de Pintura Acción Social 2000, finalista en el Salón Internacional Pequeño Formato ACEA 2004, tercer premio nacional del Ministerio de Economía y Hacienda de Dibujo Humorístico 1994, y segundo Premio Nacional San Isidro de Dibujo, entre otros. Colaboró con sus trabajos en el Libro de la Mitología de Cantabria.
Su pintura está cargada de motivos paisajes, marinos, barcos, olas, cielos... Una pintura que él mismo definía como papirofléxica. Ramón Casalé, de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, describe su pintura hiperrealista como «llena de energía vital, fiel exponente del interés del artista en pintar su entorno natural».
El fotógrafo cántabro Nacho Cubero, su cuñado, recuerda a Mario Salinas como «un gran padre, alegre, cariñoso, con las puertas de su casa abiertas para todos...» «Ahora -señala- se dedicaba por completo a sus nietos, su debilidad, a pasear con su perro, y a su mujer, Ana. Sentía un profundo cariño por sus hijos, Saúl y Sandra, y fue un suegro ejemplar para Daniel y María. Su yerno y su nuera le adoraban».
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