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Isabel Sánchez era una mujer de las de antes, de las que tiraban con todo sin plantearse si debía ser así o no. De esas ... que han vivido muchas cosas. Tantas, que al final te preguntas cómo le dio tiempo a hacer tanto en una sola vida. La llamaban 'Sabelu' y falleció en Comillas a los 85 años tras «luchar más de una década contra un cáncer», cuenta su hija Isabel.
Sabelu nació al calor de una gran familia -eran doce hermanos- y con la distancia fría de un padre marinero. Empezó a trabajar a los ocho años. «Recogía manzanas, iba a por caloca y enseguida se buscó la vida», relata su hija. Se casó con el asturiano José Fernández cuando la juventud aún le atravesaba el cuerpo y tuvo cuatro hijos (tres chicas y un chico). «Trabajaba dentro y fuera de casa, limpiaba las viviendas de los veraneantes, en hoteles y además regentaba la pensión La Aldea». Más tarde compró el bajo del edificio para su hijo, que montó en ese local un restaurante. «Era la única que acogía a los peregrinos cuando pasaban por Comillas porque entonces nadie les quería», recuerda su hija. Sabelu se casó joven y muy pronto enviudó, pero siguió mirando hacia adelante, tejiendo como una araña el día a día de sus hijos.
Su hija la recuerda como «una comillana auténtica y orgullosa de serlo», una mujer de carácter, luchadora y trabajadora -Isabel hija repite esta última palabra varias veces a lo largo de la conversación-. «Era especial, no lo digo porque fuera mi madre, le puedes preguntar a cualquiera del pueblo y te dirá lo mismo».
No tenía pelos en la lengua y debía ser políticamente incorrecta, «pero le caía bien a todo el mundo». Así lo confirma también Juan Ramón de la Vega Benjumea, un vecino de Comillas que la conocía bien. A la pensión La Aldea acudían los peregrinos y Sabelu «era muy dadivosa con ellos». Si necesitaban algo, siempre estaba ella. También era «algo brusca, muy comillana en sus cosas, pero buena gente». En esto coinciden todos los que la conocieron: era una mujer de armas tomar, a la que nadie conseguía darle gato por liebre.
Inteligente, lista, despierta y con el temperamento necesario para superar los problemas de una vida nada fácil. Después de criar a sus hijos, se hizo cargo de sus nietos y hasta de los amigos de los nietos si hacía falta. «En Comillas le han querido mucho y se merece ese obituario», concluye Benjumea.
Sus vecinos de Comillas destacan que Sabelu era «guerrera» y que seguro que no existe un comillano al que no le hiciera reír en algún momento de su vida. «No tenía buena lengua, pero sí buen corazón», dicen.
Falleció el día de San Pedro a las once menos cinco de la noche, recuerda su hija, y fue enterrada en el antiguo cementerio de su pueblo, junto a su difunto marido. Allí descansan los dos. Sabelu tras una vida larga, dura, pero seguro que también bonita.
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