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Los Corrales de Buelna lamenta estos días el fallecimiento de una sus vecinas más queridas, Felisa González Pérez, conocida especialmente por haber regentado la Librería ... Feli, en la avenida Cantabria, un negocio que aún sigue funcionado con más de medio siglo de existencia. Hace unos días, el 28 de noviembre, habría cumplido 94 años.
Felisa nació en el barrio de La Pontanilla, donde residió con sus padres, Nino y Leo. Era la mayor de sus cuatro hermanas; Mariuca, Dolores, que falleció al poco de nacer, y Paqui, la más pequeña. Su infancia transcurrió en ese barrio corraliego, donde asistió al colegio de las monjas y todos la recuerdan como una persona muy alegre. Pese a nacer en el seno de una familia ganadera, a Feli no le gustaba el ganado. Siempre contaba que cada dos por tres estaba castigada por no cumplir con los trabajos que le encomendaban en casa.
Fueron años duros, vivió las estrecheces de la Guerra Civil y la posguerra. Su familia recuerda que siempre se escapaba a casa de una tía a que le diesen de comer porque lo que había en la suya no le gustaba. En su juventud trabajó en la sastrería Álvarez, donde sus jefes y compañeras resaltan su alegría natural.
Tras contraer matrimonio con Daniel Vela, la pareja se trasladó a vivir a la localidad vecina de Cieza. En 1962, Felisa y Daniel cruzaron el charco para ir a trabajar a Venezuela, donde residieron siete años. En abril de 1969 regresan a España y compran una casa en la avenida Cantabria de Los Corrales, cuyos bajos continúan actualmente albergando la librería que Feli puso en marcha. Quienes la conocían recuerdan bien que Feli se trajo de Venezuela algunas palabras que en los setenta sonaban algo raras, como 'ok', 'mijita' o 'papito'.
En los años setenta su esposo comienza a trabajar en un barco, por lo que pasaba muchos meses fuera de casa. En aquella época son algunos de sus sobrinos de Cieza quienes se trasladan a Los Corrales para estudiar y vivir junto a Feli. A comienzos de los años ochenta inaugura la librería que lleva su nombre.
Quienes la conocieron recuerdan que Feli siempre decía que a la gente había que tratarla bien y que con los niños había que tener un detalle: «No importa perder un chupa chups porque ganas un cliente».
Al llegar a a la edad de jubilación, alquiló la tienda a su gran amiga Cruz. Desde entonces, al disponer de más tiempo libre, tanto ella como su marido pasaban mucho tiempo cuidando del hijo de su sobrino Rubén, quien la ha acompañado hasta sus últimos días.
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Ana del Castillo
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