La despedida de un referente de la gastronomía regional

En su juventud, César cuido del ganado, navegó en un barco mercante y extrajo madera de nuestros montes. Tras su matrimonio, apostó fuerte por su pueblo y en los bajos de su vivienda construyó un bar-restaurante. Al frente de su empresa fue formando una numerosa familia. En la cocina, su inseparable esposa era el alma del negocio. Sus hijos, cinco mujeres y dos varones, se fueron incorporando con el tiempo a los trabajos de la hostelería cuando el descanso en los estudios así se lo permitía. Una cocina tradicional, aderezada con el cariño que Chita ponía en la elaboración de los distintos platos, hizo de su restaurante un lugar donde el comer era todo un placer.

A partir de los años ochenta, completó los trabajos de hostelería con el reparto de Correos por los distintos pueblos de Herrerías.

Fue César un hombre muy sociable que supo atraer a vecinos, amigos y conocidos a su casa y mimarlos con tal amabilidad que todos se sentían como en la suya. Tras una buena comida, una sobremesa con partida era lo habitual. Los juegos de mesa en su bar siempre estuvieron presentes. Gran jugador de flor y mus. Amante del juego de los bolos y seguidor incondicional de la Peña Bolística Femenina Zurdo de Bielva, era un gran aficionado al fútbol e hincha del Real Madrid, su bar se llenada en los días de los 'clásicos', cuando la polémica estaba asegurada.

Tras su jubilación y la de su esposa, durante los veranos, fiestas patronales o por cualquier otro motivo, su casa siempre ha permanecido llena de hijos, yernos, nietos, familiares y amigos que acudían gustosos a visitar a quien tanto le debían. Un sincero reconocimiento a una persona que supo inculcar en los suyos cariño por su gente y su terruño, el mantenimiento de las antiguas tradiciones y haber lucido con orgullo lo mejor de su pueblo.

Descansa ahora en paz en la compañía de ese Cristo al que tanta devoción tenías.