

Secciones
Servicios
Destacamos
Hace unos días que Antonino Rueda Abascal se marchó, demasiado pronto y casi sin avisar... Su repentina muerte dejó un profundo pesar en su familia, ... sus amigos y en todo un municipio, el de Hazas de Cesto, que lo echará de menos por el legado en valores que transmitió a varias generaciones de vecinos que crecieron a su lado aprendiendo sus primeras letras.
Antonino Rueda Abascal (Tezanos de Villacarriedo, 1941), 'El pasiego', era como le conocían sus vecinos de Hazas de Cesto aunque su verdadero gentilicio era el de carredano. Antonino no tuvo una infancia fácil, pero seguramente fueron esos acontecimientos los que marcaron toda una vida de activismo educativo y social y por lo que se hizo querer tanto en su pueblo de adopción.
A los ocho años falleció su padre y lo enviaron interno al colegio de los Escolapios de Villacarriedo. Sería en allí donde se forjó su gran vocación por la docencia. Con veinte años y un título bajo el brazo empezó a enseñar en las escuelas de su pueblo (Tezanos de Villacarriedo), para pasar después por Los Corrales (brevemente) y recalar en su pueblo de adopción, Beranga.
En este último destino se instaló y se enamoró de una joven de Gama, Maribel Ortíz, con la que se casó y nacieron sus cuatro hijas: Patricia, Isabel, Valvanuz y Olalla. A todas ellas les inculcó su profundo sentido de la responsabilidad, no sólo en el mundo de la educación, sino en el activismo social que practicó sin pedir nada a cambio. «Tras las clases solía dar particulares a alumnos que tenían dislexia y les costaba algo más, lo hacía altruístamente», explica ahora Olalla Rueda, su hija pequeña, que lo describe con pena por la pérdida pero con orgullo. «Era un hombre amable, al que la gente quería mucho por ser cómo era», describe.
Y es que además de buen maestro -fue director del colegio de Beranga y de la concentración escolar-, su trayectoria vital lo llevó brevemente al mundo de la política, convencido de que podría hacer algo por mejorar la vida de los vecinos de su pueblo. Y así lo hizo durante cuatro años como concejal, sin atender a criterios partidistas. «Era una buena persona, siempre apoyó aquello que creía que era beneficiaba a su pueblo», rememora ahora su hija.
Al margen de la educación, Antonino era una entusiasta de los bolos. «Era un jugador muy bueno. Era zurdo y subió a primera con la peña Hermanos Borbolla de Noja», recuerda Olalla con nostalgia de un padre que se fue como llegó, sin molestar. «Nunca daba quehacer, era bueno y maravilloso, un santo hasta para irse».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Rescatados ilesos dos montañeros tras pasar la noche a la intemperie en Gredos
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.