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Cuantos han despedido a Fidel Alonso Ortiz, el que fue médico y concejal en Cartes, han coincidido en lamentar «una marcha inesperada» y en lo « ... querido» que fue por sus pacientes y «lo amigo que fue para sus amigos».
Nacido en 1952 no muy lejos de Cartes, en el pueblo de Llano (San Felices de Buelna), en la casa-tienda de sus abuelos maternos, Fidel siempre presumió de ser de Cartes. De hecho, en la villa de los Torreones sus padres pronto se hicieron cargo de la tienda, que también era economato de la mina de Mercadal, en la casa de sus abuelos paternos.
Su padre era jefe de taller en Nueva Montaña Quijano mientras que su madre administraba la tienda. Ambos construyeron una pequeña granja de gallinas junto a su casa donde Fidel colaboraba en las tareas acompañando a su padre a repartir huevos por las tiendas de la comarca. Siendo adulto recordaba el trabajo en la huerta y alardeaba de subir los sacos de patatas hasta el desván de la casa subiendo unas interminables escaleras de madera.
Estudió en la escuela de Cartes, pasó después al Instituto Marqués de Santillana de Torrelavega y al concluir el bachillerato ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, donde estudió desde 1969 a 1975. Fueron éstos unos años de reivindicaciones sociales y políticas y Fidel participó activamente en los movimientos estudiantiles en favor de la libertad de expresión. Su preocupación por la situación política del momento le llevó a presentarse como independiente en las listas del PSOE en las elecciones de 1979, siendo ya médico en Cartes. Elegido concejal, como responsable del área de Educación, implantó el sistema de becas de estudio para los jóvenes del municipio y culminó las gestiones para crear una concentración escolar en Cartes, donde hoy se levanta el colegio que lleva el nombre de Manuel Lledías. Siempre recordó con inquietud la «amarga» jornada del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 cuando ejercía como alcalde en funciones de Cartes.
Su pueblo fue una de sus grandes pasiones. Cariñoso con sus pacientes, especialmente con las personas de más edad. Eligió su admirada iglesia románica de Yermo para casarse con su compañera, también médico, Rosa Esparza. Pero, sin ser especialmente religioso, su verdadera devoción fue San Cipriano. Siempre que pudo se vistió el blusón y todos los complementos del romero para subir a la campa de Cohicillos cada 16 de septiembre, una tradición que transmitió a sus dos hijas, que vistieron también de niñas el traje de montañesa.
Como señalaba su familia, «para los que quedamos aquí, es una satisfacción que se recuerde a Fidel como el mejor amigo de sus amigos».
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