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Joaquín Cobo Cruz fue un hombre de palabra, máxima que fue la bandera que enarboló durante toda su vida. Un emprendedor nato de los que lo que pensaba por la noche lo ponía en marcha a la mañana siguiente. Un industrial panadero que, desde los 14 años, se dedicó a un oficio que era su auténtica afición, y a la que llevó unidas otras que disfrutaba cuando disponía de tiempo libre. La bicicleta, la huerta –donde se sentía feliz–, los viajes con la familia y la playa. Los arenales de Ajo siempre fueron sus favoritos. La empresa Cobex, de la que fue propietario hasta su fallecimiento, con tiendas en Santoña –Los Arcos–, Ampuero, Ramales y Noja (Helgueras) cuenta hoy con unos 15 empleados. El resultado de muchos años de esfuerzos de una herencia de sus padres que le condujo primero, junto a sus tres hermanos:María Asunción, Benigno y Santiago, a dirigir un negocio –Unicpan– esparcido por distintos puntos de la región (Colindres, Laredo, Torrelavega, Santoña y Santander) y que, antes de su segregación, empleó a 90 personas. Joaquín Cobo Cruz falleció recientemente, a los 60 años. Deja mujer, cuatro hijos –Ruth, David, Albano y Joaquín– y dos nietos.
Joaquín procedía de Bareyo. Sus padres Joaquín, fallecido hace un par de años, y Pilar, adquirieron una panadería en Ajo, donde se fraguó con el paso del tiempo el proyecto de una gran empresa familiar en la que trabajaron el matrimonio y sus hijos. Este emprendedor se casó en 1983 con Eva Expósito. Al poco, junto los dos hermanos varones, abrió un nuevo establecimiento en Los Corrales, mientras Asunción decidió continuar con el negocio inicial. Fueron dos décadas años de expansión por toda la comunidad autónoma, según señala su viuda. Al llegar los hijos a los miembros de la familia Cobo Cruz, cada uno de ellos se hizo cargo de una zona para continuar con el proyecto acometido por sus padres. En Los Corrales se quedaron Benigno y Santiago, mientras Joaquín se hacía cargo del negocio de Santoña para acometer otros veinte años de intensa actividad de Cobex.
Eva, sentada en el sofá del salón de su casa, en Argoños, definía a Joaquín como un marido y un padre «impresionante». Muy amigo de sus amigos. Recordaba los viajes realizados en familia y esa devoción por el trabajo al que se había dedicado durante 46 años.
Hoy, su viuda y sus hijos seguirán tirando del carro que Joaquín dejó bien engrasado. Se fue demasiado pronto, pero su obra quedará para siempre. Una obra hecha a base de trabajar la masa de buenos panes y piezas de repostería, de reparto por las tiendas, de noches sin dormir..., y de amor por el trabajo.
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Ana del Castillo
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