Un ejemplo inspirador para las futuras generaciones de médicos

En 1975 realiza, junto al cirujano cardiovascular Carlos Gómez Durán, el primer trasplante de riñón en nuestra región. Desde entonces, y a lo largo de la década de los ochenta su servicio fue referente nacional en el ámbito de los trasplantes de riñón, a día de hoy más de dos mil. A él se debe, tras su trabajo durante aquellos años con médicos de la talla de Gil Vernet y Puigvert y a su formación en Reino Unido, la llegada a Cantabria de la cirugía endoscópica de próstata y vejiga. Esta técnica supuso un salto gigante en la especialidad de urología. el primer paso de lo que hoy conocemos como cirugía mínimamente invasiva, con unas tasas de supervivencia entonces impensables para pacientes con cánceres urológicos. No fue, sin embargo, su profesionalidad el rasgo más inherente a su carrera sino su profesionalismo, que aunó en su persona los valores humanos que atesora nuestra milenaria profesión: humildad, honestidad, sensibilidad, justicia, prudencia, respeto y responsabilidad.

Su ausencia deja El Sardinero sin un entusiasta bañista y un incansable jugador de palas en sus pocos ratos libres y deja también a la profesión sin un gran profesional cuya ejemplaridad inspirará a las futuras generaciones de médicos.

Hace más de treinta años una larga enfermedad arrancó de su lado, tras 34 años de matrimonio, a su único amor: Marisa Fernández-Escárzaga. Su octavo bisnieto, Juanín, con apenas dos años, es el último brote de aquel amor.

Hay en la vida de los seres humanos, algunos, muy pocos, que son tocados con el don de la ejemplaridad, aquellos que van siempre más allá. Mi profesor, mi amigo Juan, fue uno de ellos.

Descanse en Paz.