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Los bolos han perdido a un histórico, a uno de esos jugadores cuya personalidad y fama trasciende más allá de las boleras. Rafael Fuentevilla, la eterna sonrisa de las boleras, un jugador excelso, fino y ganador, falleció anoche a la edad de 77 años dejando ... a toda una generación sin uno de sus ídolos.
Fuentevilla nació en Cudón, en el barrio de El Cueto, donde comenzó su contacto con el mundo de la madera. Armador primero, coqueteador con el juego después, en esas tardes de verano en las que nunca dejaban de caer bolos se forjó el carácter y la técnica de un jugador excelso, efectivo de tiro y birlador de carácter, que se estrenó en Liga con la peña de Oruña. Desde la vera del Pas se marchó a Torrelavega, a la Bolística, la peña de su vida, en la que militó nueve temporadas en tres etapas y con la que conquistó sus primeros títulos colectivos.
Además, militó en Peñacastillo, Comillas, Santa María del Sel, Construcciones Rotella, Puertas Roper y en los conjuntos asturianos de Cuera y Pancar, donde colgó las bolas en 1998. Para ese momento, a nivel colectivo, había levantado ocho Ligas y 14 copas, ocho de Cantabria y seis de la Copa Federación Española.
Maestro de maestros, de carácter jovial y dueño de una época que nunca volverá, Fuentevilla fue punta de lanza en los años dorados, los de partida, cante, porrón y trasnoche de las largas tardes de verano. A nivel individual ganó dos Campeonatos de España, el de 1985 en Potes y el de 1988 en una histórica tarde en el parking de los Campos de Sport de El Sardinero. Sin embargo, fue en parejas donde Rafa obtuvo sus mayores éxitos en una unión con Tete Rodríguez que le otorgó nueve campeonatos en cinco años, un éxito que repitió en 1986 con Calixto García. Además, se llevó 71 concursos de Primera Categoría, fue seis veces miembro de la selección nacional y los bolos le reconocieron con el premio Pico Peñamellera en 2011 y con el galardón bolístico de la Gala del Deporte Cántabro en 2022.
Desde su retirada Fuentevilla fue una figura venerada que pocas veces se perdió una gran competición. Habitual en las boleras, su ausencia deja un vacío que será difícil de llenar. Se va un gran hombre, agoniza una época histórica. Descanse en paz.
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