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ENRIQUE PERAITA FERNÁNDEZ
Martes, 1 de noviembre 2022, 01:00
Admirado amigo Victor. Te has ido dejando a todo el mundo impactado. Desde la corta distancia de haber sido tu mejor amigo estoy dolido con el destino que ha querido darme esta noticia, una semana más tarde de haber sucedido, y por boca del portero ... de tu casa. Frente al dolor de tu definitiva pérdida está el consuelo del final de tu agonía de los últimos 25 años.
Has sido grande, muy grande, y situado siempre entre la obligada soledad de artista y la incomprensión de la cultura de lo útil.
Te envidio porque ya conoces las respuestas a todas las preguntas que nos hicimos en nuestras conversaciones de adolescentes. Sé que si pudieras, aclararías mis dudas de siempre.
Cuando mejor era tu vida, tu siempre envidioso destino hizo que perdieras la razón en un accidente hace 25 años. Tus amigos te ayudamos a salir adelante..., y aún tengo la duda de si hicimos bien.
Antes de eso te dio tiempo a crear una obra artística desde la perfección de tu oficio de ceramista. Pero no contento con eso, derivaste a la escultura dejándonos monumentos en Santander como la 'Proa de Piquío' en El Sardinero o 'La Puerta a la Libertad de Expresión', en el recinto del Palacio de La Magdalena. En esta última obra se celebran acontecimientos y reconocimientos de la profesión desde su inauguración.
Los últimos años del siglo XX y los primeros del XXI ejerciste como diseñador-jefe del laboratorio de Hisbalit, en Soto de la Marina, enriqueciendo y actualizando sus catálogos... Así, hasta el fatal día de tu accidente.
Desde la admiración, tus amigos te deseamos un feliz viaje entre las estrellas..., y gracias por todo.
Víctor González, ceramista y escultor, nació y se crió en el Bulevar de Torrelavega. Sus padres eran porteros de un edificio y el progenitor, además, regentaba una carnicería de carne de caballos. El pequeño Víctor le solía acompañar por los pueblos de la zona para comprar los animales que luego sacrificaba para poner a la venta. Terminado el bachillerarto se fue a Madrid a estudiar Ingeniería Naval, pero aquello no le gustaba y regresó al cabo de unos pocos años a Torrelavega, donde conoció a Julia Ubalde que se dedicaba a la cerámica. Pronto le caló a Víctor esta modalidad artística, hasta el punto que junto a Julia daban clases a niños y niñas en un taller. Ambos introdujeron en nuestro país algunas técnicas nuevas.
Hace un cuarto de siglo tuvo un grave accidente de tráfico que le afectó y le dejó profundas secuelas. Ya separado, dejó de cuidarse y emprendió una vida bohemia, descuidada y con sólo un par de amigos.
Falleció con 72 años en el descansillo de su domicilio, en la calle Juan de Herrera, de Santander, con la puerta abierta. Lo encontró el portero.
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