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Era un franciscano especial, que transmitía sencillez, cercanía y ayuda a los demás, virtudes que le acompañaron durante toda su vida. Así era el padre Patxi Bergara (60 años) que en muchas ocasiones cuando se requería su ayuda en el Monasterio de Santo Toribio, principalmente ... en los meses de verano o durante la celebración del Año Jubilar, acudió para colaborar en la atención a los peregrinos, mostrar la historia del monasterio, confesar y decir misa así como atender a las parroquias de la comarca.
El padre Patxi era consciente de que al monasterio lebaniego llegaban todo tipo de personas, pero que, para los creyentes, la presencia de la reliquia del Lignum Crucis les estremecía porque se encuentran ante el signo de la Cruz y «saben que ha habido un Dios que se ha entregado por uno y de ahí la fuerza que tiene la Cruz, que es impresionante».
Le gustaba pasear por el entorno del monasterio, donde decía sentir que estaba en un lugar especial, en el que la Cruz, la piedra o los montes de alrededor transmitían una fuerza especial y única.
Recuerdo cuando en el monasterio de Santo Toribio me explicó cómo se inició su vocación sacerdotal, que fue a los 24 años, después de hacer el servicio militar, en una época en la que sentía una insatisfacción en su vida pues nada de lo que hacía le llenaba. Fue entonces cuando apareció la opción de Jesús como una opción personal y fue la que le enganchó de forma definitiva. Entró en el Convento de La Aguilera, en Burgos, y, posteriormente, estuvo dos años en Bilbao. Acabó Teología en Vitoria y después de permanecer durante dieciocho años en República Dominicana. Regresó de nuevo a España en el año 2010, ejerciendo su labor sacerdotal en Vitoria para de este modo poder estar cerca de su madre ya anciana.
Con gran entereza afrontó su grave enfermedad en el Santuario de Aránzazu (Guipúzcoa). Quienes le acompañaron en sus últimos días de vida explican que cuando vio que se acercaba su hora final, pidió a sus compañeros franciscanos que le cantasen 'Cerca de ti, Señor' y que rezasen una oración.
Fue un franciscano que, sin duda alguna, deja una profunda huella en todas las personas que le conocimos.
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