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El 25 de octubre ha fallecido, a los 76 años de edad, Antonio Gómez Fraile (Toñín). El día 26 ha recibido sepultura en el cementerio de Celis, muy cerca de Riclones, donde nació, vivió y trabajó hasta su jubilación en 2011.
En su juventud fue ... fotógrafo y se interesó por el patrimonio, compartiendo ambas dedicaciones con Manuel de Cos, descubridor en 1972 del arte parietal de la cueva de Chufín. Decididos en el Ministerio de Cultura a abrir la cavidad a la visita pública, se buscó en la vecindad una persona que quisiera hacerse cargo y Antonio, que la conocía bien, aceptó ser su guarda y guía, labor a la que dedicó buena parte de su vida.
Quien visitó la cueva con él alguna vez pudo disfrutar de una experiencia maravillosa en un entorno privilegiado. El camino hasta la entrada de la cavidad no se practica por una vía asfaltada. Hay que dejar el coche a las afueras del pueblo y caminar por un sendero que desciende hasta llegar a una finca arbolada en la ribera del embalse de Palombera, en la confluencia de los ríos Nansa y Lamasón. El recorrido desde el aparcamiento no transcurría en un silencio contemplativo: Antonio comenzaba allí su ameno discurso que incluía los pormenores taxonómicos y las peculiaridades de los árboles y arbustos que los visitantes iban encontrando a su paso. Al llegar a la orilla, una barca varada en un ribazo esperaba al grupo. Aquí empezaba la verdadera aventura.
A bordo del bote, Antonio transportaba a los turistas a fuerza de remo hasta un pequeño embarcadero al pie de la cavidad. El delicioso paseo acuático tampoco transcurría en completo silencio: Antonio, patroneando a un «público cautivo», preguntaba a los incautos por su procedencia y ocupación, y daba entonces rienda suelta a su incansable y socarrón sentido del humor que incluía el relato de chistes varios perfectamente adaptados a los grupos de edad, sexo, origen y sector de actividad allí representados.
En la entrada de la cueva, Antonio comenzaba una viva explicación en la que sazonaba la alocución erudita con jocosos intermedios, apoyando su discurso en objetos-sorpresa que disponía en diversos rincones de la cavidad. Desde el amplio vestíbulo que acoge el área de hábitat paleolítico y el panel con grabados profundos, pasando a través de la baja abertura por la que, tras casi reptar unos metros, se accede a un tramo más amplio de la galería principal hasta abocar al lago interior artificial, Antonio ilustraba a los asistentes sobre el descubrimiento y la historia de investigación y describía los conjuntos decorados, pintados y grabados, que se extienden por paredes y techos de la caverna.
Antonio explicaba la cueva y también la cuidaba. Durante el largo tiempo que duró su desempeño, ejerció de guardián de la cavidad; también de otras próximas, como las de Micolón o la Fuente del Salín. En el trabajo diario dio siempre muestras de una generosidad sincera: no había jornada en la que no invitase a parar en su casa, donde Encarnita, su mujer, recibía a los compañeros y les obsequiaba con exquisitos lotes de manzanas, nueces o lo que en esa temporada hubieran producido sus frutales. Siempre jovial y bien dispuesto, atento a las necesidades de la cueva y del servicio al público, el recuerdo de Toñín es el de un gran profesional y una persona entrañable. La cueva y todos nosotros le echamos ya de menos. Descanse en paz.
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