El heredero de una saga que dio lustre a Torrelavega

Sin-Fin era una marca nacida en el siglo XIX que cesó su actividad en 1991, al jubilarse Santiago. Para entonces era una familia prominente, ya que su abuelo poseía, entre otros muchos negocios, la concesión de las Salinas de Cabezón de la Sal, además de próspero empresario y cofundador del Banco de Torrelavega, que sería vendido al Santander, haciendo florecer más las pingües posesiones de la familia.

Santiago estudió en el colegio de Nuestra Señora de la Paz, de la calle Julián Ceballos, y en Santander, peritaje en Químicas. Conoció a María Antonia Sánchez y se casaron en 1958, formando una familia compuesta por cuatro hijos: Juan Bautista –propietario de la empresa Samar– Jesús María, Jaime y José Ignacio.

Tras el fallecimiento de su padre, Santiago se puso al frente de la fábrica trasladando la actividad fabril a Tanos hasta que, en 1991, al llegar a la edad de jubilación y optar sus hijos por trabajos ajenos a la vida industrial, cerró la empresa.

Fue un destacado accionista del Banco Santander, títulos que actualmente ostentan sus herederos, no en vano el padre de Santiago fue amigo personal de Emilio Botín Sanz de Sautuola López, con quien se reunía habitualmente en la finca del banquero en Puente San Miguel y a quien vendió su acciones del Banco de Torrelavega.

Fue un destacado benefactor de las instituciones de caridad, especialmente del Asilo San José, que le otorgó su la medalla de oro, y de Cáritas diocesana, a la que hizo importantes donaciones. De aspecto serio era, en las distancias cortas divertido, buen conversador, amante de su familia y aficionado a la pesca y a la literatura histórica. Descansa en paz un hombre, fiel heredero de una saga que le dio lustre a Torrelavega.