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Este obituario no tendría sentido alguno si Nando Agüeros no hubiese cruzado el charco, hace unas semanas, para llevar su 'Viento del Norte' hasta México. Y es que allí le esperaba parte de la historia de una de sus canciones más entrañables, titulada 'La fortuna ... del indiano'. Una composición dedicada a José Linares Linares, hermano de su abuela María que, como otros muchos cántabros, fue en busca de fortuna al Nuevo Continente, durante el siglo pasado, con la mente siempre puesta en su tierra natal, a la que pensaba regresar con las alforjas llenas de pesos y a la que nunca volvió. Una bonita y tierna balada para un viaje con un solo billete de ida.
En Guadalajara, capital del estado de Jalisco, donde Nando Agüeros cantó para un público entregado, tuvo la oportunidad de conocer a Carmen, una de las hijas de José, nacida allá y que nada sabía del por qué su padre jamás volvió a la Montaña, cuando además en alguna que otra ocasión tuvo en sus manos los billetes para volar hasta España. ¿Miedo a descubrir cómo estaría la tierruca años después de abandonarla?, ¿Temor quedarse en Santander y no regresar al país que le dio fortuna y cobijo cuándo más lo necesitaba?, ¿Desasosiego de dejar a su familia al otro lado del Atlántico?... Nadie sabe qué le pasaría por la cabeza al personaje principal de esta historia.
José Linares Linares, que falleció hace ya algunos lustros, recobra de nuevo protagonismo tras la incursión del cantautor torrelaveguense en tierras aztecas. Nacido en Cires (Lamasón), localidad cercana al Principado de Asturias -y de la que realmente se siente natural Agüeros-, un buen día de entre 1928 y 1930 el chaval le dio un beso a su hermana pequeña y emprendió el largo viaje.
En México, el indiano se hizo pronto con dinero, gracias a un negocio dedicado al comercio de harinas. Sin olvidar nunca a su pueblo, fue directivo fundador y primer vicepresidente de la Casa de Cantabria, además de miembro destacado de la Asociación Coro Amigos de la Casa de España.
José Linares estableció su vida en América, se casó y tuvo varios hijos, de los que sólo sobreviven Carmen y Mercedes.
Este obituario no tendría sentido alguno si no hubiera una bonita canción de Nando Agüeros, una de las doce del álbum 'Verde Marino', tan emotiva y de vuelta al pasado, de camisa habanera y sombrero charro, de lluvia de mayo y sol dorado, que dice así:
«Dame un beso que me marcho mañana por la mañana, que me embarco en Santander para tierra mejicana. No te preocupes hermana que algún día volveré».
Han pasado ochenta años desde que marchó José. La fortuna del indiano, que eligió otro destino, es volver por el camino por el que se fué llorando.
«Sólo me queda el recuerdo de unos pendientes de plata, que me trajo de la sierra cuando él allí trabajaba. También guardo alguna carta y una foto con sus hijos, se parece mucho a padre el mayor de los tres críos».
La fortuna del indiano, que eligió otro destino, es volver por el camino, por el camino ya andado.
José no pudo volver a su tierruca añorada, no volvió a ver a sus padres ni a su recordada hermana. Cuando ella le recuerda su mirada aún brilla como los aros de plata que la diera siendo niña.
La fortuna del indiano, que eligió otro destino, es volver por el camino por el que se fué llorando.
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