

Secciones
Servicios
Destacamos
Llegó en 1962 a Laredo a pescar almas y acabó siendo parte imprescindible del día a día de sus gentes. Don Julián (Gregorio Julián García ... Liaño) dejó su impronta en la vida social, religiosa y cultural de una villa marinera a la que contagió el ímpetu y el carácter luchador y tenaz que se alojaba en un cuerpo menudo pero lleno de energía. Cuando en el año 2002 dejó la parroquia pejina, aquellos cuarenta años de entrega sacerdotal se habían traducido en un pequeño milagro.
Lo primero que echó por tierra fue el vaticinio que hizo una mujer cuya partida de brisca en la rúa Santa María se vio alterada por su llegada. «Esti pobre no aguanta ni un mes», aventuró la pejina al ver al recién arribado para ocupar el puesto de coadjutor y organista. Al pronóstico le sobraron 39 años y algunos meses. Entre medias, este castreño se hizo acreedor por méritos propios del título de Hijo Adoptivo de Laredo que le fue concedido en el año 2002 .
Uno de los cometidos a los que se entregó con mayor fe y entusiasmo fue la labor pastoral con los jóvenes. También se volcó con la gente mayor. Y nunca descuidó a las gentes de la mar. Arcipreste de la costa oriental, presidió el Apostolado del Mar y se sintió un tripulante más del cabildo. Así fue nombrado Cofrade de Honor de la Cofradía de Pescadores y Mareantes de San Martín de Laredo.
La arquitectura de la fe también se extendió a lo terrenal, donde logró la reconstrucción piedra a piedra de la iglesia de San Martín, veló por la protección del convento de San Francisco, afianzó las dependencias del Buen Pastor y dio un espaldarazo decisivo a la supervivencia de la iglesia parroquial de Santa María de la Asunción.
Nunca le tembló el pulso a la hora de tomar decisiones controvertidas. Ni siquiera se arrugó si el precio a pagar era el de la impopularidad. Siempre demostró gran complicidad con las gentes de un pueblo al que se acostumbró a querer como propio y que en su día definió como muy sincero y abierto.
Durante cuatro décadas fue la piedra angular sobre la que se asentó una ambiciosa misión divina para enderezar el rumbo de una sociedad sometida a los vaivenes de los nuevos tiempos.
Laredo llora a uno de sus hijos más grandes.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.