José Martín Rojo, el hombre que dejó huella en Montesclaros

El rector de Montesclaros, el padre Paco -Francisco María García González-, definió a José María Martín Rojo como un hombre simpático, abierto y comunicativo.

El dominico fallecido tras su paso por el Seminario estudió Filosofía en Las Caldas de Besaya y Teología en la Universidad de Salamanca, ciudad en la que se ordenó. Su primer destino, en 1963, fue como profesor en la Universidad Laboral de Córdoba para marchar después a Hispanoamérica, donde realizó una gran labor, especialmente en Costa Rica. A su regreso a España fue designado prior de la orden en Madrid, donde además fue coordinador de colegios.

Regresó de nuevo a Costa Rica a seguir con su misión para unos años más tarde volver a su país y permanecer un tiempo en un pequeño convento en la provincia de Burgos.

Ya en 2012 fue destinado al Santuario de Montesclaros donde, a pesar de su escasa movilidad, y al no poder salir para dar misa en los pueblos, oficiaba los domingos y entre semana en el cenobio de Valdeprado del río. Una construcción medieval en torno a la cueva originaria, donde destaca la iglesia del santuario realizada en los siglos XVII y XVIII. Consta de una sola nave con capillas laterales comunicadas por estrecho corredor bajo los contrafuertes.

Terminó su vida el padre José Martín Rojo en la residencia de ancianos de Torrent desde donde el jueves, se trasladaron sus cenizas hasta Monteclaros para celebrar el viernes, al mediodía, el funeral por su eterno descanso.

Deja dos hermanos, Félix y Alfredo, además de sobrinos y numerosos amigos de la comunidad dominica en Cantabria.

El padre Paco señalaba tras conocer su fallecimiento que «nuestra vida es de oración, de querernos y respetarnos los unos a los otros. Estamos siempre de un lado a otro y la relación con la gente nos hace ser más abiertos, aunque muchos piensan que somos ariscos por decir verdades como puños».