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Seguramente que cuando era pequeño, gateaba por debajo de las baldas que sostenían el Aranzadi en el bufete familiar, no en vano su padre fue uno de los más prestigiosos abogados de Torrelavega, Manuel Barquín Pellón, así como él mismo, sus hermanos Santiago y Marta, ... su hija Pilar y su sobrina María. Su apellido es en la ciudad, además de símbolo de la abogacía, sello de identidad pues su principal pulmón verde lleva el nombre de su abuelo, Manuel Barquín Agüero, alcalde entre 1947 y 1953.
Manuel Barquín Pellón falleció cuando ya finalizaban las fiestas patronales en la ciudad a la que tanto amaba y defendía a pecho descubierto, tal y como él era. El mayor de los hijos del matrimonio formado por Manuel Barquín y Mercedes Pellón nació en plena época floreciente de Torrelavega, ciudad que nunca quiso abandonar, excepto durante los veraneos juveniles que pasaba en Suances. De hecho, antes de fallecer, le pidió a su hija que se ocupara de que fuera el párroco de esta localidad desde hace cuarenta años, Baldomero Maza, quien oficiara los ritos funerarios de despedida. Y así se cumplió su deseo con un funeral en la capilla de la Fundación Asilo San José, acompañado de familiares y amigos. Como tantos torrelaveguenses, ya descansa in aeternum en el camposanto de la villa marinera.
Fue Manolo un hombre fiel a sus ideas, nunca mutables, coherente entre los dichos y los hechos, de profundas creencias y, como torrelaveguense de toda la vida, hijo de la Virgen Grande. Pero sobre todo fue amantísimo padre de su única una hija, Pilar Barquín Pardo, que fue todo par él: acicate, comprensión y entrega, aunque en los últimos años de su vida no pudo disfrutarla cerca por residir en Estados Unidos junto a su prometido, Santi Aldama, el baloncestista canario que forma parte de la plantilla de los Memphis Grizzilies, bien conocido por los seguidores de la NBA y los amantes del baloncesto.
Era habitual, durante sus vacaciones, ver al afamado deportista y a su novia charlando en las terrazas de la Plaza del Grano con su suegro Manolo. En los peores momentos de su vida, cuando la enfermedad hizo en él una profunda herida, fue Pilar quien le cuidó con amor y esmero. Manolo no ocultaba su orgullo por la sensatez, preparación intelectual y cariño que recibía de la hija que tuvo con Pilar Pardo Terán.
Otro de los más preciados tesoros de Manolo Barquín fueron sus amigos de toda la vida, quienes no se separaron de él ni uno de sus últimos días.
Ahora, en el cielo, ya se ha reunido con sus padres y su hermana Mercedes y, todos, seguro que hablarán de Derecho por derecho. Descanse en paz.
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