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El santoñés Joaquín Meléndez Labrador fue durante más de medio siglo al alma de la emblemática Librería Meléndez. Su fallecimiento, a los 91 años, ha ... despertado entre muchos de sus vecinos el recuerdo de un hombre siempre amable, cercano y servicial detrás del mostrador. Desempeñó su oficio con una sonrisa dibujada en el rostro. Le encantaba el trato con el público y, especialmente, conversar con los clientes.
Joaquín, conocido como Quini, nació en un hogar que olía a tinta y libros nuevos. Su familia, oriunda de Aranda de Duero, dejó tierras burgalesas a finales del siglo XIX para afincarse en Santoña. Fue su abuelo, Ricardo Meléndez, quien fundó una imprenta-librería, «a la altura de las mejores de su clase», denominada con su apellido. El primer establecimiento se abrió en la calle del Aro en 1892 como atestigua un recorte de prensa expuesto en una de las paredes de la actual papelería, en la calle Manzanedo. «En 1907 se trasladaron a este edificio. En la planta baja estaba la imprenta y la librería, y en la superior la casa con las habitaciones», cuentan sus hijos, Ricar y Joaco, que se mantienen al frente del negocio.
Joaquín, que era el pequeño de tres hermanos, realizó los estudios básicos hasta los 12 años. Desde bien joven, empezó a repartir periódicos por el pueblo y ayudar a su padre Fernando en la imprenta. Prácticamente por instinto, continuó con la tradición familiar aceptando quedarse con la librería en el reparto de la herencia. Se convirtió en la tercera generación de libreros de la saga Meléndez, una profesión que corría por sus venas. «Ha sido su forma de vida. Hasta los 85 años, ya jubilado, venía un rato por las mañanas para saludar a la gente y despachar algún artículo».
Vivió el boom de la prensa y cada día iba a recoger los periódicos y revistas que llegaban en autobús a la Plaza de la Villa. «Trabajaba muchas horas». Apenas se cogió vacaciones hasta que sus hijos se hicieron mayores y le echaban una mano. Los domingos le encantaba ir con la familia a los pueblos del norte de Burgos - Villarcayo y Medina de Pomar- y siempre que podía iba a pasar los fines de semana de verano a Berria, cuando aquello era todo campas.
A su vera en el establecimiento, estuvo siempre Ciani, su esposa. «Ella trabajaba en la fábrica. Cuando su marido se hizo cargo de la librería, se dedicó a ayudarle y también tejía en casa para sacarse un sobresueldo». Fueron un matrimonio «muy unido». «Hacían todo juntos y se desvivían por sus tres nietos». El atletismo fue la otra pasión de Quini. Aunque jugó unos años a fútbol en el Santoña, a él lo que gustaba era correr. «Entonces se le veía como un bicho raro». Compartía zancadas con un grupo de amigos: Dionisio, Paco, Ángel, Pedro, Lolo... Corrió maratones por toda España y hasta portó la Antorcha Olímpica a su paso por Cantabria con motivo de las Olimpiadas de 1992 en Barcelona. La llevó en el tramo de Liendo.
Han sido muchos los santoñeses que se han acercado estos días a la librería para mostrar su cariño la familia, resaltando que Joaquín fue una persona que «se preocupaba mucho por los demás y siempre estaba dispuesto a ayudar».
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