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De ella destacan quienes la recuerdan dos cosas: su talante y su visión. María Luisa Berrazueta fallecía el domingo, tras haber sido, durante décadas, un ... referente en la cultura cántabra. En la calle Alonso Astúlez, tras la fachada de piedra de los edificios bajos que recuerdan a la Torrelavega de antaño, abrió sus puertas en 1974 la galería Espí. Su galería, porque hablar de una es hacerlo de la otra. Se convirtió en espacio de salvaguarda para la calidad artística y por allí pasaron muchos de los nombres que hoy integran la nómina de creadores cántabros cuya firma tiene significado en la historia cultural.
García Ochoa, Picasso, Álvaro Delgado, Alejandro Quincoces, Justo San Felices, Fernando Calderón, Julio de Pablo, Pisano Pedro Sobrado, Eva Morales, Joaquín Bautista... Una nómina breve que sirve de ejemplo.
Recuerda el pintor Eduardo Marnay que Espí mantuvo sus puertas abiertas hasta el año 2007. «Con lo que eso conlleva en un lugar como Torrelavega, con gente de fuera que iba a ver las exposiciones que tuvo en sus paredes».
Además, fue un apoyo fundamental para difundir la obra de sus pintores en las ferias de arte. «A mí me llevó durante diez años -explica Marnay- unas veces compartiendo stand y en numerosas ocasiones a nivel personal, con mi propia obra en solitario». «Solo puedo tener agradecimiento hacia ella», incide.
En la selección de Berrazueta destacaba el perfil figurativo, cuando, durante esos años iniciales, imperaban otros caminos en el mundo artístico. «En ArteSantander costó mucho defender ese tipo de arte, siempre basándose en la calidad, pero defendiendo la figuración por encima de todo».
El pintor la describe con la clásica figura de señora, entendiendo el término como «coqueta, educada, respetuosa» y dentro de esa imagen «cercana y familiar; a sus pintores les trataba como uno más de su familia. Yo así lo he sentido durante muchos años».
«Tuve mucha suerte de exponer con ella», afirma Pedro Calderón. Sus obras colgaron en Espí en tres ocasiones. Fue en los años 93, 94 y 95. De Berrazueta dice que era una persona muy conocida en Cantabria, elegante y que trataba «perfectamente a los artistas y se implicaba mucho con ellos, que es algo muy importante. Conectaba muy bien». Recuerda cómo visitó sus muestras en Santander. En su memoria hay anécdotas familias, que incluyen a sus padres o los cócteles posteriores a las inauguraciones. «Siempre encantadora, cercana, cariñosa y entregada». Su galería era «muy bonita y le sacaba mucho partido».
«Era muy amiga de todos los amigos de mi padre», Ramón, y se creaba al juntarse «un ambiente muy auténtico». Calderón también recuerda acudir a Espí como público. «Las exposiciones eran maravillosas y tengo un recuerdo muy muy bueno».
En ese círculo de amigos está Paco Mancebo, que destaca que «cualquiera que la conociese sabe que era una gran persona». Quien fuera propietario del Pub A Go Go, epicentro de la Plaza del Grano durante años y espacio reservados a músicas que se salían del radar habitual se refiere a ella como «una mujer a la que le encantaba el arte y sería una buena cosa hacerle un homenaje».
El torrelaveguense Aquilino Ceballos, quien también expuso en Espí en el año 91, coincide en ambas valoraciones. «Era una gran persona y una gran galerista». Para el creador, «fue muy importante y sobre todo, tuvo un papel muy generoso con el arte».
Era habitual que Berrazueta se nutriese de propuestas en otros lugares. Viajaba a menudo a Madrid, para ver obras de teatro, pero no dejaba de asistir a los estrenos de autores locales, como el propio Ceballos. No era elitista ni sibarita, menciona, «pero la sala tenía un prestigio y no podía admitir a cualquiera; había un nivel determinado».
Berrazueta fue pionera porque no había salas de arte en Torrelavega. Tras ella llegaron otras, «pero no tenían el nivel de Marisa, que ya tenía un recorrido, un prestigio, una historia y unas dotes personales que hacían de ella una gran señora, de gran categoría». Era, insiste, separando las sílabas «maravillosa» que llegó al sector cultural por su propia inquietud y estuvo «muy enterada del mundillo».
Precisamente, con una exposición suya y como anécdota, recuerda que la galerista se dirigió a la concejala de cultura de entonces, que visitaba la sala por primera vez, para plantearle cómo era posible que no hubiera acudido antes, con la cantidad de artistas que habían pasado por el espacio.
Berrazueta ha muerto con 96 años y se mantuvo «siempre» al frente de su galería, donde cumplía un horario constante. En los últimos años, llevaba también una tienda de enmarcación que en la actualidad gestiona su hija. «La veo en la mesa de la sala -recuerda Marnay- que cuando entrabas, no es que impusiera, pero te daba la sensación de ser alguien importante y esa figura la ha mantenido hasta el final».
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Ana del Castillo
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