El masajista que dedicó su tiempo a mejorar la vida de los demás

Su fama le precedía y hasta su consulta acudían a diario clientes de toda clase y condición social. Desde los más altos cargos políticos, pasando por empresarios y personas con pocos o ningún recurso. A estos últimos -sus pacientes menos afortunados en lo económico- jamás les cobraba nada. Así era mi amigo. Juan era extremeño de nacimiento pero cántabro de adopción, dos tierras que llevaba muy enredadas en el corazón. Además de ser un auténtico genio y un visionario en su trabajo, era también un hombre al que le gustaba el deporte. Como gran aficionado al senderismo, sus marchas preferidas eran las de montaña. De hecho, conocía como pocos las cimas más altas de nuestra comunidad autónoma.

Dentro de su campo profesional, Juan estaba considerado como una persona muy avanzada en temas espirituales. Era un terapeuta con grandes conocimientos prácticos sobre esta materia que utilizaba, de forma altruista, para ayudar a los demás, en todo lo que podía, en una asociación con la que colaboraba.

Su temprana marcha de este mundo ha dejado un vacío imposible de llenar para sus seres queridos. También un hondo pesar entre las personas que le conocimos bien y tuvimos el gran honor de tenerle como compañero y, sobre todo, como mejor amigo.

Su espíritu siempre estará aquí con nosotros.

Pedro Cobo era amigo de Juan Navarro