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VICENTE MADRIGAL DÍEZ
Martes, 27 de diciembre 2022, 01:00
Se nos ha ido el doctor Félix Sandoval. El pasado día 18 subió a la Nave que nunca ha de tornar y partió ligero de equipaje, como dice Machado que van los hijos de la mar.
Félix, de naturaleza charra injertado en Cantabria, nació y ... creció en el seno de una familia de labradores de Fosfoleda, un pueblo de La Armuña cercano a Salamanca, donde a los 10 años comenzó el bachillerato y estudió Medicina en su universidad.
En 1959, tras terminar brillantemente la carrera, vino a Santander, a la Casa Salud Valdecilla y al Jardín de la Infancia, para formarse en la Escuela de Pediatría del Dr. Guillermo Arce, uno de los pediatras más prestigiosos de Europa. En 1962 continuó su preparación en Cirugía Infantil con el doctor Claret en la clínica Tecnon y el Hospital de San Juan de Dios de Barcelona, completando su formación quirúrgica en Lyon. Tras regresar a España, obtuvo por oposición plaza de pediatra en la Seguridad Social en Santander, donde siempre ha ejercido su profesión como pediatra y cirujano infantil. En 1974 se incorporó al Centro Médico Nacional Marqués de Valdecilla como jefe de Sección de Cirugía Pediátrica.
No cabe duda de que el entorno familiar y social de labradores en que Félix vivió durante su juventud, y del que hablaba con frecuencia con cariño, influyó de alguna manera en el desarrollo de algunas facetas de su personalidad, como el gusto por observar y analizar la naturaleza, la sociedad y las personas, diferenciando con facilidad lo esencial de lo accesorio de las conductas de la gente y de las peripecias cotidianas de la vida, almacenándolo todo en el baúl de sus recuerdos, de donde afloraban, justo en el momento adecuado, en forma de sabrosas anécdotas preñadas de sabiduría y relatadas en el tono que la ocasión requería: serio para las dramáticas, fluido y distendido en las cotidianas y reservando una gracia especial para las burlonas, que adobaba con su risa tan peculiar, entrañable y contagiosa, culminada por dos lagrimitas pugnando por brotar de sus ojos.
En su ejercicio profesional el doctor Sandoval siempre demostró gran sensatez, virtud que cuando coincide con una formación y una experiencia clínica como la suya, convierten a su poseedor en un médico ejemplar. Fue un buen cirujano y a la vez un excelente pediatra y, como buen clínico,sabía decir y sabía escuchar a la madre y al niño, comprendiendo la lógica tan especial de sus razonamientos. El gran observador que llevaba dentro le permitía captar y valorar los detalles surrealistas de la relación no estrictamente sensorial entre la madre y el niño, tan importante en el ejercicio de la Pediatría.
Los que hemos gozado de su amistad hemos podido intuir que el lugar preferente de su escala de valores estaba reservado para Mabeli y sus hijos, de los que siempre se mostraba orgulloso y, aunque ahora ellos lloren su partida, pueden estar satisfechos por haber tenido un marido y un padre como él y por el cariño y apoyo que le dieron durante su despedida.
Por nuestra parte, sus amigos debemos mostrarnos agradecidos a Dios por el regalo de su amistad, su ingenio y su hombría de bien.
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