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Toño el de Tivo, el 'Niño Tivo'. Cualquiera de estos nombres identificaban a Antonio Martínez Eguren, un hombretón, figura imprescindible en las calles de Torrelavega, al frente de un camión o en la barra o atendiendo las mesas de algún conocido restaurante de la región.
Antonio nació en la capital del Besaya en 1947, en el castizo barrio San José, a la orilla del río Sorravides donde su abuelo, Antonio Eguren, 'Tivo', tenía un carro tirado por bueyes en el que lo mismo transportaba mercancías que araba algún 'prao' allí donde se le requería. Así nació, casi sin quererlo, la que se convertiría en una empresa de transportes señera de Torrelavega, Transportes Tivo, ya que el padre de Toño, también Tivo, siguiendo los pasos de su padre compró uno de aquellos camiones que, no solo había que conducir sino también 'entender', para dedicarse al transporte.
En este ambiente nació Toño, que estudió Bachillerato en el Instituto Marqués de Santillana y decidió seguir su vida profesional junto a su padre y sus tíos en la empresa familiar. Al contraer matrimonio con María del Carmen Alonso Casanova, de Autobuses Casanova, se unió a otra firma acreditada de Torrelavega. El matrimonio tuvo tres hijos Toni, Paco y María.
Persona jovial, torrelaveguense de pura cepa, era un referente en la ciudad para quien necesitara una reseña histórica de su 'pueblo'. Pero fue, sobre todo, un amante de la libertad desde su deseo nunca ocultado de que España volviera a conocer la tercera república. Gracias a su empeño, consiguió la rehabilitación de quien fuera su gran amigo y casi segundo padre, Felipe Matarranz, 'El Lobo', un guerrillero asturiano, antifascista, integrado en la Brigada Machado, sometido a consejos de guerra y por muchos años prisionero, al que reivindicó hasta conseguir que fuera reconocido como héroe antifranquista. También mantuvo una estrecha amistad con el médico torrelaveguense, exiliado en México, Francisco Pérez-Carral.
Buen dibujante, tras su jubilación ocupaba parte de su tiempo en regalar a sus amigos reproducciones a plumilla de los escudos de sus apellidos. Gozaba con la buena tertulia después de una comida con amigos pero la enfermedad le cortó su gran actividad de la que todos sabíamos porque era puntual usuario de las redes sociales. Seguro que en la otra vida estará entonando con sus colegas el Himno de Riego.
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