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Mercedes Salcines Ruiz
Viernes, 12 de enero 2024, 01:00
El pasado 21 de diciembre falleció a los 94 años en su amada Venezuela, la religiosa María Luisa Casar Castanedo. Nacida en Rubayo (Marina de Cudeyo), fue la pequeña de nueve hermanos, quedando huérfana de madre a los nueve meses y de padre a los ... tres años.
De niña le gustaba la escuela y de jovencita se despertó en ella la vocación docente. Se preparó para presentarse por libre a los exámenes de Enseñanza Media y de ahí en adelante compaginó los estudios con el trabajo como cobradora de Seguros de Finisterre y el reparto de medicamentos por su municipio en una Vespa. En su juventud entró en contacto con jóvenes de la Casa de Ejercicios de Pedreña y sintió la llamada de Dios. Doce años después ingresó en la congregación de Esclavas de Cristo Rey, en Navarra y fue destinada a Venezuela en 1961 donde ejerció como maestra en Maracaibo para, más tarde, ser trasladada a Colombia y Caracas, donde trabajó en el colegio Cristo Rey.
En 1986 comenzó a impartir la catequesis en el barrio 24 de Marzo de Petare, una zona marginal de Caracas. Al referirse a aquellos años, la madre María Luisa señalaba que «no podía decir que Dios era vida si no trataba de mejorar la vida de quienes me escuchaban». En este barrio encontró niños sin registrar civilmente, sin escolarizar, casos de desnutrición, falta de atención y problemas de maltrato a mujeres y niños. Las casas (ranchitos) con tejados de zinc y sobre ellos los depósitos de agua. Interminables escaleras y callejuelas completaban un barrio populoso y muy peligroso. Con la ayuda de voluntarias y cuatro caballetes sobre los que apoyaba unas viejas puertas que servían de mesa, comenzó un sueño que se hizo realidad y en un pequeño local comunal empezó a dar clase a 15 niños e impartir nociones de peluquería a las mujeres.
En 1997 se creó la Fundación Madre María Luisa Casar, inaugurando una pequeña escuela que, tras sucesivas ampliaciones, acoge actualmente a 400 alumnos/as que reciben una educación integral en la Escuela Básica Jenaro Aguirre (su denominación actual). El centro cuenta también con dispensario médico para medicina general, pediatría, ginecología y odontología. Dispone asimismo de comedor escolar y un coro de niños al tiempo que desarrolla múltiples programas (Escolar Sano, becas, escuela de madres...)
Desgastando sandalias escaleras arriba por los cerros o conduciendo un jeep 4x4 hasta hace poco tiempo, la madre María Luisa logró con ayuda de su congregación, empresas, instituciones y particulares convertir esa escuela en un oasis en Petare, con un presente que se proyecta en un futuro esperanzador.
Desde Cantabria pudimos colaborar con su obra mediante la asociación Amarmundo, que recibe apoyo económico de instituciones públicas, socios y particulares.
La madre María Luisa Casar fue, en suma, una mujer inconformista, rebelde, artista, exigente, incansable, alegre, alma mater de la Escuela Jenaro Aguirre, siempre asumiendo nuevos retos, que supo ver a Dios en el prójimo. Deja un gran legado en Venezuela.
Mercedes Salcines Ruiz es miembro de la Asociación Amarmundo
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