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Como a ella le gustaba decir, nació en Puertochico, en los últimos meses de la Guerra Civil. A María Sota Revuelta le tocó vivir los duros años de la posguerra. Estudió en un colegio de monjas del santanderino Paseo de la Concepción (Menéndez Pelayo), en ... la sección de beneficiencia y, con solo dieciséis años, empezó a trabajar en retenes, en la antigua Telefónica, donde poco después se presentó a unas oposiciones de ámbito nacional y sacó la primera plaza. Durante más de cuatro décadas y hasta el momento de su jubilación, trabajó en esta empresa como telefonista.
Cuenta su hijo Nacho que María contrajo matrimonio con Ignacio de Carlos Montes a los 23 años y luchó contra viento y marea para evitar dejar su puesto de trabajo después de quedarse embarazada de su primer hijo «pese a las presiones sociales a las que tuvo que enfrentarse en aquellos años». Sólo consiguieron que pidiera una excelencia de un año y, transcurrido ese tiempo, volvió al trabajo porque «tenía muy claro que lo de ser únicamente ama de casa no era lo suyo», rememora Nacho. En un momento en que ver una mujer al volante era algo «extraordinario», María se sacó también el carné de conducir a mediados de los sesenta y conducía su propio coche.
Trabajadora incansable, hacía turnos los fines de semana y los festivos e incluso era frecuente que trabajase el día de Navidad o el de fin de año. En 1974, compró su segunda casa y un terreno en el Paseo de Menéndez Pelayo.
Años después, en 1987, en ese terreno construiría una nueva vivienda y un hostal, el Menéndez Pelayo, actual Vintage Menéndez Pelayo que regentan sus hijas María y Virginia.
Madre de tres hijos, Ignacio, María y Virginia. A María le encantaba ir en lancha a Pedreña a comer sardinas asadas y bonito. Devota de la Virgen del Carmen, cada año, con motivo de esta festividad, preparaba una marmita para toda la familia y amigos. Viajera infatigable, viajó por distintos países de Europa, Egipto, Cuba y Rusia y, sobre todo, por toda la geografía española.
Durante toda su vida, María fue la cabeza de familia, era ella quien tomaba las decisiones importantes. Vivió en plenitud de facultades hasta el último día de su vida, una vida que dedicó en cuerpo y alma a sus hijos y nietos.
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