El mundo de los bolos llora la pérdida de Lolo el de La Hayuela

Trabajó desde muy joven en la construcción y, además, tenía vacas. Aún así busco tiempo para jugar a los bolos, lo que fue su pasión. Cerca de casa, en el barrio La Virgen, conoció a su compañera de vida, Mari, en la tienda-taberna del pueblo. Con su característico bigote bien tupido y algunas canciones, no tardaría en conquistarla y formaron una familia muy querida en su pueblo, La Hayuela.

Cuando sus tres hijos crecieron un poco, vendieron las vacas y cogieron el bar que había junto a la bolera en La Hayuela, 'El Mozucu', que se convirtió en parada obligada de muchos bolísticos cuando jugaban por la zona.

También se dieron en su bar los 'lunch' de muchas peñas bolísticas de la zona, a los que Lolo y Mari trataban siempre con cariño.

Lolo fue un clásico de las peñas de segunda especial y segunda de los 70, 80 y los 90. Jugó en casi todas las peñas de Udías y, también, en Bustablao, Casar, Herrera de Ibio y Ucieda. Buen jugador y mejor compañero, es el sentir de cuantos jugaron con él. De forma habitual algún compañero de partida se acercaba a La Hayuela a tomar algo con Lolo y recordar aventuras dentro y fuera de la bolera.

Al dejar su semilla, Lolo se saltó una generación. Curiosamente, sus hijos no heredaron su pasión, pero sí sus nietos. Su nieta mayor, María, jugó en la P.B Casar de Periedo, mientras lo pudo compaginar con los estudios, y su nieto, Manuel, -su debilidad y su compañero por las boleras los últimos años- que sigue con su afición.

Desde que se jubiló prematuramente por problemas de salud, era fácil ver a Lolo con su cachava, viendo bolos por las boleras de la zona occidental de Cantabria. Siguiendo a su nieto Manuel y a las peñas de Casar de Periedo, de Comillas o a la Borsal Textil. O paseando por la playa de Comillas.

Hizo buenos amigos entre los grandes jugadores también. Oscar González, Lolo Lavid o Jonathan García también paraban en La Hayuela a tomar algo con Lolo cuando estaban de paso. Allí estaban expuestas sus fotos e incluso su camisa, para dejar claro que en 'El Mozucu' se vivían los bolos.

Le vamos a echar de menos. El recuerdo de Lolo seguirá en conversaciones por las boleras de la zona. Y siempre con una sonrisa, como era Lolo. risueño, buen compañero, buen amigo. Descansa en paz.

Los bolos y Udías pierden a este hombre, de trato fácil, de esos que, sin reproche alguno, se hacía querer. Este deporte pierde a una figura indispensable entre sus seguidores, porque cuando un aficionado como Lolo falta en las gradas, comentando si el emboque debía ir ahí o no, todo un deporte sufre. Y los bolos ya llevan demasiado sufrimiento acumulado con las pérdidas de sus grandes aficionados.