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Italiana de cuna, María Piñeiro Marcetti (1931), hija de un cántabro que fue cónsul en Génova, Mario Piñeiro, llegó a Cantabria con sus padres y ... hermano huyendo de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. En la ciudad portuaria al noroeste de Italia es donde María pasó su niñez y adquirió la base musical que más tarde le llevó a terminar la carrera superior de piano en Santander. Dio numerosos conciertos en el Ateneo y también en pequeños locales de Torrelavega y llegó a coincidir en una ocasión con Pepe Hierro, algo que siempre recordaba con admiración. Falleció el pasado 5 de junio, a los 92 años, en su casa de Es Castell, Menorca, donde ha pasado los últimos 20 años.
«La música fue su vida y el piano mantuvo su cabeza en activo hasta el final», destacan sus hijos. Por este motivo trasladó hasta su casa de Menorca su piano de media cola para tocar a diario (hasta que la edad se lo permitió) piezas de Mozart, Chopin o Bach.
Su padre era santanderino, Mario Piñeiro (primo de Modesto Piñeiro, fundador de la Consignataria de buques en Santander). Fue cónsul en Holanda y después cónsul en la ciudad italiana donde conoció a la genovesa Josefina Marcetti, con quien contrajo matrimonio. Con el estallido de la II GM se establecieron en Santander. Tras la repentina muerte del padre de familia, la madre de María y ella misma entraron a trabajar en Sniace, aprovechando su dominio de la lengua italiana, y donde Josefina, más conocida por sus nietos como 'Nona', alcanzaría el puesto de jefa de personal.
Fue entonces cuando María encontró el amor y se casó con un ingeniero de Solvay, Ángel Arozamena, natural de Ramales, que más tarde ocupó el cargo de consejero de Obras Públicas e Industria en el Gobierno de Cantabria. El matrimonio tuvo cuatro hijos: María de los Ángeles, Ángel, Isabel y Ana Arozamena Piñeiro, quienes sienten un enorme vacío por el fallecimiento de su querida madre. El padre de familia sacó la plaza de funcionario y vivieron en varias ciudades españolas: Vigo, Coruña, Madrid y Barcelona. Tras divorciarse, Arozamena regresa a Santander donde ocupó el cargo en la recién estrenada autonomía.
María Piñeiro se quedó a vivir en Barcelona y, más tarde, se muda a Menorca con su hija pequeña, Ana, y su nieto Julián para llevar una vida relajada en un pueblecito pesquero de esencia británica al este de la isla menorquina, donde la música y la lectura filosófica y mística llenaron sus días, en especial, profundizó en la obra de Santa Teresa de Jesús.
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