Padre, esposo, amigo y amante de Santander y de sus tradiciones

Y su paciencia, ¡cómo me enseñaba a conducir cada domingo cuando acababa de sacar el carné!, y sus paseos diarios con mi madre, ¡casi carreras! hasta Puertochico, junto al mar, o sus baños en El Sardinero cogiendo las olas, sus historias de pequeño, cuando ayudaba a sus padres o sus travesuras, que también se lo pasaba muy bien relatándolas. Y ver las traineras, y la procesión de la Virgen del Carmen, mirando a la bahía, que también mirábamos desde su casa cada tarde, cuando yo le preguntaba de todo.

Cuando llego a casa de mis padres aún me extraña no encontrarme sobre su mesa sus gafas, sus autodefinidos, su El Diario Montañés, del que me guardaba siempre todos los artículos que creía que me iban a gustar sobre literatura, cultura, o sobre cosas de Santander, que luego comentábamos. ¡Cuánto le echo de menos en esto también! Sabía tanto de Santander, de su historia junto a la suya propia... Aparte de sus conocimientos como perito industrial, siempre la geografía, sus mapas de carreteras, las excursiones que nos preparaba, fuera a participar o no, con sus apuntes a mano o en el ordenador, con el que tanto se documentaba y con el que tanto disfrutaba. Y nuestras partidas de cartas, al chinchón, que no hemos retomado. Y su entusiasmo con mis estudios.

Seguirá en nosotros su recuerdo en las fiestas familiares, ¡la más reciente la de nuestras bodas de plata! Sus propuestas de menús navideños y su colaboración con mi madre, las compras de Nochevieja en la Plaza de la Esperanza cada mañana de fin de año, cuando le pedía que me acompañara a escoger la merluza, los percebes o el centollo... Le preguntaba y consultaba siempre, hasta aburrirle o hacerle reír. Hoy doy gracias a Dios y a la vida por él, y a mis padres, por ser mis padres. Cada momento es una alegría al recordar a un hombre tan bueno, que además es mi padre. Tan bueno.

* Cristina Fernández Gallo es hija de Armando Fernández Díaz.