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Por las venas de Alfredo Sánchez (Fredo) corría salitre. La mar fue su pasión. Su oficio y su forma de vida. El puerto de Santoña, su pueblo, fue su segundo hogar y, a pesar de estar jubilado desde hace ocho años, todos los días acudía ... a ser testigo del trajín y las descargas de los pesqueros. Siempre echando una mano al que fue su barco, el 'Siempre al Alba'.
Tras probar un trabajo en tierra, Fredo, con 21 años, decidió seguir los pasos de su padre y empezó a ir a la mar. Primero, como un pescador más en cubierta, pero, pronto, se sacó el título de patrón. La primera oportunidad de estar al frente de una embarcación la tuvo en el 89, dirigiendo el 'Argoños', con base en Santander. En 1997 compró junto a su cuñado, Aníbal Pila, el 'San Felicísimo Mártir', asentado en Santoña, que dio paso en el 2002 al cerquero 'Siempre al Alba', que perdieron el año pasado, al sufrir un gran incendio mientras faenaba. Era su hijo, Óscar, el que había tomado ya el rumbo de la embarcación familiar. Para Fredo fue un duro golpe ver desaparecer la empresa que había levantado de cero con tantos sacrificios y costeras a la espalda.
Cuenta su hijo que la mar le «encantaba». Si no lo disfrutas, es imposible faenar casi tres décadas como lo hizo él. Un oficio tan duro te tiene que gustar. Y a él, «le gustaba muchísimo».
Su dedicación al sector fue plena. El patrón mayor de la lonja santoñesa, Miguel Fernández, recuerda que Fredo integró la Junta Directiva de la Cofradía de Pescadores local durante 20 años. Con el resto de la Junta, luchó para relanzar la misma en la complicada época de la veda del bocarte y del Prestige. En el puerto, sus compañeros de salitre lamentan su temprana y repentina pérdida a los 66 años.
La familia, tanto su esposa Mari Carmen como su otra hija Mireya, ha recibido infinitas muestras de cariño estos días. Aunque era un hombre que daba la impresión de serio, en cuanto le tratabas descubrías su enorme corazón. Era una persona muy querida. Estaba orgulloso de su hijo por seguir al frente del barco. Óscar tuvo en su progenitor al mejor ejemplo para ser otro gran patrón. «Me decía que era mejor que él pero, eso, es imposible». Juntos vivieron algunos sinsabores y embates en alta mar y juntos también tiraron hacia adelante compartiendo la alegría cuando volvían con las bodegas repletas de pescado. La otra gran pasión de Fredo fue su nieta Noa, de 6 años, por la que sentía auténtica devoción.
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