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Arsenio Quintanal nació en Vargas (Puente Viesgo) en 1934, en el seno de una familia ganadera. Muy pronto, cuando tenía 12 años, perdió al cabeza de familia, por lo que fue la madre, Amelia, quien tuvo que sacar adelante a sus seis hijos. Arsenio que - ... cuentan sus familiares- era el 'pillo' de la casa, travieso, extraordinariamente fuerte, vivió en un ambiente religioso y siempre recordaba que sus padres, cundo volvían del campo, se aseaban y reunían a sus hijos para el rezo del Santo Rosario. Ese ejemplo, y el del párroco de su pueblo, Jesús del Corro, le llevaron a entrar en el Seminario Menor de Argomilla de Cayón. Posteriormente, en 1947, ingresa en el Seminario de Monte Corbán y, en 1960, es ordenado sacerdote y oficia su primera misa en su pueblo natal, donde fue su padrino de altar su primo, Jesús Ceballos, párroco entonces de Sarón.
Su primer destino fue Celis (Rionansa) donde permaneció seis años, una tarea que compaginaba con la de profesor del seminario menor. En 1970 fue enviado a Puente San Miguel (Reocín) para sustituir al párroco José Manuel Villegas que llevaba dieciséis años en ese municipio. En Puente San Miguel permanecería hasta su jubilación: 49 años y dos meses de servicio a la comunidad.
Hombre de complexión fuerte, muy trabajador, queda como muestra de su fortaleza el hecho de que con 60 años escaló el Naranjo de Bulnes con su grupo de scouts.
El cuidado de la juventud fue su principal preocupación además de los mayores. En 1973 puso en marcha los grupos de campamento de verano en Picos de Europa. Cuando no se hablaba de curas obreros, Arsenio trabajaba codo con codo con los vecinos en las obras que se necesitaban en el pueblo. En 2019, cuando las inundaciones arrasaron su iglesia, situada en las proximidades del río Saja, fue Arsenio el primero que se puso el mono de trabajo para reconstruir el templo, trabajo que le llevó a desatender una enfermedad que comenzaba a hacer mella en él. Todos los días comía lo que le cocinara Juani en el restaurante Calvo.
Siempre pensó que un sacerdote lo era con sotana o sin ella, de manera que cuando tras el Concilio Vaticano II se permitió el uso del clériman fue el primero en vestirlo, lo que le valió una denuncia, algo que no le importó. En los cerca de cincuenta años que estuvo al frente de las parroquias de Puente San Miguel, La Veguilla y Mijares bautizó, casó y enterró a miembros de tres generaciones. Sus vecinos le nombraron Hijo Adoptivo. En 2020 le llegó la hora de la jubilación, una etapa que le dedicó a su hermana Miliuca, de edad avanzada y enferma, a la que cuidó hasta su muerte.
Descanse en paz un cura que dejó escrito un epitafio para sus parroquianos: «Os querré hasta el ultimo momento de mi vida».
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