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Juan Antonio Iglesias Oliva
Martes, 23 de enero 2024, 14:37
Jesús Amieva Mier, canónigo penitenciario emérito y profesor del Seminario de Corbán, nació en Santander el 'lunes negro', en 1929, en vísperas de la Gran Depresión, la crisis financiera que hizo aflorar, como en campo de amapolas, contiendas y batallas.
De sus años de Seminario, ... en la postguerra, quedan anécdotas... muchas pérdidas. Entre ellas la que se refiere cómo aprobaba las clases de solfeo por la teoría, pues nunca dio la nota. Algo que se trasladó, sin quererlo, al modo de ejercer con sencillez su sacerdocio, tras su ordenación el primer domingo de julio del 1954.
Poseedor de una vasta erudición, al igual que su hermano Agapito, poseía unas dotes intelectuales poco comunes, una inteligencia rauda, clara y certera; un juicio lúcido y equitativo, una memoria que hoy diríamos fotográfica... todo ello sazonado por un admirable sentido práctico y sustentado por un corazón excelente.
De menuda presencia y con un tono de voz inconfundible, enseñó a numerosas generaciones de sacerdotes no sólo con su doctrina, sino con aquellos ejemplos sabrosos y bien traídos con que amenizaba sus clases.
Sirva de ejemplo también aquel caso que le ocurrió de una mujer que le confesó su temor de que el sacerdote se equivocase al decirle lo que es o no pecado. A lo que Don Jesús le contestó: «Señora... usted preocúpese más bien de si se equivoca el médico».
Inteligencia, humanidad, bondad, sentido práctico. Don Jesús era una persona amable y que se hacía querer tanto por mayores como por jóvenes, pues bien sabían los seminaristas que tenían en él a un formidable defensor. Supo servir siempre a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida, aun en momentos difíciles para la comunidad eclesial y para el mundo. Fue, en toda la extensión de la palabra, bueno. Que Dios le tenga en su gloria.
Es sacerdote diocesano
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