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Eduardo Lledias Villa
Santander
Jueves, 1 de junio 2023, 07:36
Hace unos días hemos tenido noticia del fallecimiento de Pablo Cagigas Roiz, persona que a los ojos de aquellos que no le conocieron y de ... la humilde reseña que aparece en su esquela podría hacerles pensar que se trata de uno más de los miles de empleados que han pasado sin pena y sin gloria por las oficinas del Banco de Santander.
Pablo Cagigas −utilizando la jerga andaluza− «era un fenómeno». Relaciones públicas sin igual, captó la atención del gran patriarca de los Botin −Emilio el viejo− quien supo sacarle partido a su talento, promocionándole a puestos de gran responsabilidad. El día que le conocí, comenzando los años noventa, recuerdo que apareció en la sucursal de San Vicente de la Barquera −su localidad natal− calzado con sus raídas alpargatas azules y aquellos vaqueros desgastados que tanto le gustaba utilizar, vestimenta que como comprenderán no era la habitual, pese a encontrarse de vacaciones, de alguien que por aquél entonces era director territorial del Banco en la Comunidad Valenciana. Como tampoco era habitual, como observé, que este miembro de la dirección general se relacionase con total naturalidad con gentes de muy distinta clase, gozando de la simpatía de todos ellos.
Un par de años más tarde, coincidiendo con una temporada en la que su contable estaba ausente por vacaciones, tiempo en el que Pablo ya había sido promocionado a director territorial de Cataluña, asumí esas funciones contables por unas semanas, momento en que comencé a tener una relación telefónica muy fluida con el barquereño. Me hizo partícipe de algunas confidencias sobre la 'banda de los puyoles', que obviamente aquí no voy a reproducir, pero que me sirvió para comprender que por aquél entonces Pablo ya me consideraba su amigo.
Meses después, movido por la curiosidad de saber cómo se desarrollaba una Junta de Accionistas del Santander, decidí personarme en el lugar en el que se iba a desarrollar, el Palacio de Festivales, momento que recuerdo como si fuera ayer, y que dio lugar a una anécdota personal que evidencia cómo era Pablo. Les pongo en contexto. Por aquél entonces el Banco de Santander tenía un interés máximo en agradar a los consejeros del Royal Bank of Scotland, entidad con la que acababa de suscribir un pacto estratégico con el que pretendía incrementar su cuota de negocio en el mercado británico. Así las cosas, llegué al Palacio de Festivales y dirigí mis pasos hacia la puerta de entrada. Sin prestar mayor atención, observé que un poco antes de alcanzar mi objetivo había un grupo de tres personas, una de las cuales, para mi asombro, le descargaba un tremendo golpe en el hombro entre sonrisas a otro de los contertulios, quien iba vestido con un traje a rayas inglés.
Llegado a la altura de los tres hombres, el responsable del golpetazo se volvió de bruces y me llamó a acompañarles, observando que aquél hombre que acababa de dar ese señor mamporrazo a Lord Younger, presidente del Royal Bank of Scotland y exministro de Defensa británico, no era otro que Pablo Cagigas quien, por cierto, debió de ensalzarme ante su acompañante ya que terminada la presentación, este se inclinó ante mí en señal de sumo respeto.
Imagínense la satisfacción que me produjo observar más tarde el momento en que Emilio Botín hijo se dirigía a sentarse para presidir la junta y fuese el presidente del Banco quien dedicara esa misma genuflexión al inglés que antes había procedido de la misma manera ante mí, una genuflexión que había dedicado Lord Younger a un simple empleado raso del Santander. Obviamente, me hizo sentir por un momento alguien importante.
Este era Pablo Cagigas, una persona que sabía agradar a los demás, amigo de sus amigos, un ser humilde que no hacía distinciones entre gentes de cualquier condición... una persona, en definitiva, que sabía ser persona. Descanse en paz.
Eduardo Lledías era amigo de Pablo Cagigas.
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