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José Luis Herreros
Exalcalde de Rionansa
Viernes, 18 de octubre 2024, 02:00
Rionansa vivió con tristeza hace unos días su fiesta de San Miguel al recibir la noticia del fallecimiento, precisamente en un día tan especial, de César Fernando Alonso González, un hombre bueno y, sobre todo generoso, que dio todo por su pueblo y sus vecinos. ... César Fernando Alonso González nació el 11 de abril de 1960. Era el segundo de tres hermanos que tuvieron que comenzar a trabajar desde muy jóvenes, al quedar huérfanos de padre. Sus dos hermanos lo hicieron en la construcción y César en diversos trabajos.
A cumplir 18 años se alistó en el Ejército y fue a Melilla a hacer la mili. A su regreso, tras superar los exámenes y pruebas requeridas, en 1980 comenzó a trabajar como alguacil en el Ayuntamiento de Rionansa, un puesto que ocupó hasta hace unos meses cuando se jubiló por enfermedad. Durante más de cuatro décadas, César puso en valor y dignificó la plaza de alguacil con su buen hacer. Han sido 44 años de servicio de los que, aproximadamente la primera mitad, desempeñó un trabajo físico, de campo, sin horarios, sin importar la climatología. Fueron años en los que lo mismo podía estar arreglando una fuga de agua, el saneamiento o el alumbrado público o bien apagando un incendio. En 1984 fundó Protección Civil en Rionansa, donde permaneció hasta el día de su jubilación.
Los últimos años, César desempeñó un trabajo de gestión, rodeado de papeles y ordenadores, en las oficinas municipales. Fue presidente de la Junta Vecinal de Cosío- Rozadío en la legislatura 2007-2011, trabajando en primera línea de su pueblo. Trabajador tenaz, su preocupación era su pueblo, independientemente del color político de los cuatro alcaldes que estuvimos con él desde la llegada de la democracia.
Para César, el año tenía once meses en España y uno en México, a donde acudía periódicamente de vacaciones, un país donde tenía familia y amigos. Son innumerables los testimonios de duelo que están llegando desde allí en estos últimos días. La 'partiduca' de cartas y la caza fueron sus grandes aficiones aunque en lo primero siempre tuvo mejor tino.
Como él mismo decía «aunque nadie es indispensable y todo el mundo necesario», conocía cada pueblo, cada metro cuadrado de la red de aguas y de saneamiento y los entresijos del alumbrado público. Nadie como César estaba pendiente de las obras, de los trabajadores municipales o de las subvenciones. Conocía y le conocían los empleados de la Administración regional. Si te hacia falta el contacto de alguien, él te lo facilitaba. En fin, fue una persona servicial a la que ahora tocará sustituir, aunque sus conocimientos no se podrán recuperar.
Cosas del destino, César nos dejó el día de San Miguel, una jornada en la que se ponía el uniforme, impecable, y «echaba las diez de últimas», para organizarlo todo. Era el alma mater de nuestro ayuntamiento. DEP.
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