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Los vecinos de Ramales de más edad nunca podrán olvidar aquella tarde de domingo de diciembre de 1983. Cuando uno de los guardias civiles del ... cuartel del pueblo hacia labores de vigilancia en la zona próxima al edificio, hacia las siete de la tarde, detectó la existencia de una caja sospechosa adosada a la parte trasera del edificio del cuartel. Rápidamente, la cogió y la dejó en un prado alejado donde la bomba que contenía la caja fue desactivada de manera controlada pocos minutos después. Félix Rodríguez Varas, un salmantino que había elegido Cantabria como lugar para empezar a trabajar y más tarde formar una familia, era uno de los guardias destinado en aquel momento en el cuartel de Ramales que nunca olvidó aquella tarde de domingo.
Félix había nacido en la localidad salmantina de Guijuelo y allí viajaba cada verano, primero para visitar a su madre y, tras su fallecimiento, para reunirse con sus hermanos. Cuenta su esposa, Mili, que Félix eligió venir a Cantabria cuando terminó su formación en la Guardia Civil y su primer destino fue el penal de El Dueso y más tarde Ramales, donde permanecería hasta su jubilación. De sus años de trabajo en el cuartel ramaliego, su esposa recuerda la intervención de Félix y su compañero porque, como Mili apunta, «ellos siempre van en pareja», en las labores de rescate de una chica de Santander que se había despeñado en un monte próximo a Ramales.
Recuerda también que fueron Félix y su compañero quienes, después de varios días de búsqueda, encontraron el cuerpo de una niña de Ramales que había caído al río. «La habían estado buscando durante bastante tiempo y fue Félix quien distinguió su pelo entre la corriente del río».
En Ramales. Félix formó una familia junto a Mili, una ramaliega, y allí nació también su hija Patricia. En esta localidad de la cuenca del Asón residió hasta que se prejubiló, momento en que la familia se trasladó a vivir a Santander. «Volvimos unos años después porque mi hija nos pidió ayuda para cuidar a mi nieto y entonces nos volvimos al pueblo», relata Mili.
Cada año, el matrimonio viajaba hasta Salamanca para disfrutar del mes de vacaciones con la familia de Félix. Fue en uno de esos periodos vacaciones cuando sufrió un grave accidente mientras «volvía de ver las tierras y un coche le atropelló y lo lanzó por encima de una tapia. Después de hacerle las primeras curas en Salamanca, fue trasladado al hospital Valdecilla y allí se recuperó, aunque tardó bastante tiempo», relata Mili.
El fútbol y la lectura eran sus grandes aficiones, «todos los días leía el periódico», cuenta Patricia, quien se emociona al destacar las cualidades de Félix como padre. Pero lo que realmente le gustaba a este salmantino-cántabro era pasear, bien acompañado de Mili «hasta que yo he podido ir con él», o bien en solitario. «Era muy andarín. Cada día dedicaba una hora u hora y media a caminar, a su ritmo, por La Sierra, una zona cerca al pueblo».
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