Los santanderinos despiden a la cara afable de la barra del Capitol

Nacido en la capital del municipio de Riotuerto, parecía que el destino de Ángel era trabajar en La Montañesa, la fábrica textil del pueblo al igual que habían hecho sus hermanos. Pero poco antes de cumplir los 17, Ángel tomó otro camino y comenzó a trabajar en la desaparecida cafetería Trueba de Santander, donde permaneció durante diez años, un periodo que únicamente se vio interrumpido durante el servicio militar. Contaba hace unos años en una entrevista concedida a este periódico que ni en la 'mili' perdió el hábito pues también allí trabajó como camarero en la casa del Jefe del Alto Estado Mayor, Emilio Esteban Infantes. Aquel soldado debió dejar huella, pues siempre que el militar viajaba a Santander se reunía con Ángel y le llevaba en su coche hasta La Cavada.

Pocos años después de volver a Cantabria, contrajo matrimonio con Marcelina Carrera, una joven a la que había conocido en una de las tardes de bailes en el Casino de Solares. Tras permanecer en el Trueba, Ángel se hace cargo del Bar Rialto, situado en Cuatro Caminos (Santander), donde pasó los dos años anteriores a instalarse en el Capitol.

Recordaba que había solicitado la cafetería del cine después de que esta quedara vacante y que el primer contrato que firmó era por un año. Pero no hizo falta renovarlo, Ángel permaneció en el Capìtol 34 años, justo hasta el que el cine de la calle San Fernando cerró sus puertas. Es ese periodo de su vida laboral el que Ángel siempre recordó con especial cariño. Por la barra del 'Capi' pasaron santanderinos de toda clase y condición. Pero además de ellos, fueron muchos los rostros conocidos a los que aquel camarero preparó un café o una copa. De entre todos ellos recordaba el comentario que le hizo la directora de cine Pilar Miró quien le confesó que le había puesto «el gin tonic más rico del mundo».

De su unión con Marcelina nacieron cinco hijos: Ángel (exalcalde de Riotuerto y presidente de la Asociación de Amigos de la Real Fábrica de La Cavada), Javier, Antonio, Ramón y Ángeles, que siempre fue la niña de sus ojos. En su funeral, su hijo Javier evocó la figura paterna y destacó que «sus consejos y su ejemplo fueron los que siempre me ayudaron cuando lo necesite».

Ángel siempre reconoció que lo había pasado mal cuando el Capitol echó el cierre y por eso le hacía especial ilusión que la gente le parase por la calle y le recordase aquellos años de detrás de la barra del bar del cine santanderino.