Santillana despide a la pastelera que consiguió el recetario más cotizado

Al tiempo que sacaba adelante la labor en el obrador, Mari llevaba también el peso del trabajo en la casa familiar y en los primeros años al frente de la confitería aún le quedaba tiempo para coser y ayudaba a su madre, que era modista.

A su familia, recuerdan sus allegados, le enseñó a ponerle buena cara y sonreír ante los contratiempos. Sus hijas, Aurora, Azucena. Águeda y María Luisa, la recuerdan con su sonrisa y su delantal, que no colgó hasta bien pasada la edad de jubilación. Cuando dejó de elaborar quesadas y sobaos en el obrador, ocupaba su tiempo cocinando varios platos cada día para dar así gusto a todos, en especial a sus nietos, a quienes animaba con su buen humor. Ellos se refieren a Mari como la 'abuela de la risa' y aseguran que estaba «llena de sueños». Sus hijas destacan de ella su carácter bondadoso «para con todo el mundo» como han puesto de manifiesto en los últimos días sus vecinos y amigos del barrio de las Quintas.