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Honesto, generoso, comprometido, luchador solidario... Con estos adjetivos podríamos definir a Jesús Ruiz Gómez, fallecido recientemente en su Santander natal. Los demás, su familia, la UGT y la Fecav (Federación Cántabra de Vecinos), fueron el motor vital de 'Chuchi', como todos le conocíamos.
Chuchi nació ... hace 78 años en la calle Padre Rábago, donde vivían sus padres, Jesús y Tuni, junto a Antonia Diego Renedo, nuestra abuela. A pesar de residir durante muchos años en el barrio de La Albericia, siempre se consideró un niño de Cuatro Caminos y de la desaparecida Carmencita. En su juventud destacó como extremo izquierdo en el Nueva Montaña, llegando a fichar por el Betis a los 18 años. Pero una gravísima infección provocada por el tifus truncó su carrera deportiva y le alejó del fútbol profesional. Durante el servicio militar jugó con el Covas y el Racing de Ferrol puso la vista en él, pero su entorno familiar y la que después se convertiría en su esposa, Pili, estaban en la capital cántabra y finalmente declinó aquella oferta.
Su vida laboral se desarrolló como tipógrafo en manufacturas JEAN, propiedad de la familia Laínz. En aquellos años se afilió a la UGT, siguiendo la estela de su padre, fundador y secretario general del Sindicato Libre de la Marina Mercante en Valencia. En la Unión General de Trabajadores fue secretario general de la Federación de Artes Gráficas que, más tarde, se convertiría en la Confederación de Comunicación, Espectáculos y Oficios Varios. Luis Ángel Ruiz Cardín, compañero del sindicato y amigo de Chuchi, le recuerda como uno de los miembros de la refundación de la UGT en 1976.
Tras muchos años como sindicalista, se integró en la Junta Directiva de la Fecav, a cuyas oficinas acudía día tras día para resolver cualquier problema que presentara un vecino de la ciudad. Involucrado en todo aquello que significara ayudar a los demás, colaboró con el Banco de Alimentos de Cantabria y con otras ONG de la región. Ruiz Cardín explica que le vio entrenar a los chavales que se iniciaban en el fútbol sala.
Sus hijas, Eva y Ana, y su mu-jer, Pilar, le recuerdan como un buen hombre, aficionado a la cocina, sincero, honesto y fiel con la gente. Esa fue su mayor lección de vida.
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