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Quienes veraneábamos desde niños en Suances guardamos la imagen idílica de aquella primitiva sencilla, tranquila y poco mundana villa, en cuyas arenas están enterrados los ... mejores recuerdos de juventud. Era entonces Suances lugar de encuentro de torrelaveguenses, palentinos, vallisoletanos, madrileños y algún francés que fueron formando el corpus de lo que después se convertiría en un bullicioso lugar de reunión, diversión y posibilidades para gentes de mil lugares.
En aquellos años Suances no tenía más que un puñado de bares y barucos: El Ciaboga, el Biarritz, el Rancho Chico, el Vivero, el Sito, el Caserío, El Choque, Delfín…, un par de tienducas y el 'gran almacén' de pocos metros, El Esquilar.
Eran también todos estos establecimientos el lugar de personajes que han traspasado el tiempo. Al frente de uno de ellos estaban Ismael y María de los Ángeles, 'Lines', seguramente el matrimonio que más ha trabajado en la incipiente historia comercial de la villa marinera. Ambos abrieron una pequeña tienda en la que los clásicos conocemos como 'casa redonda', en las proximidades de la playa, un lugar atestado de comestibles, laterío, botellas y demás intendencia poco ordenada que permitía a las familias hacer la compra de primera necesidad. Aquel local era el que las amas de casa encontraban más a mano para abastecerse de alimentos sin tener que desplazarse hasta el pueblo, pues en aquellos años eran muy pocas las que tenían coche y, mucho menos, ganas de subir andando la larga y empinada cuesta que separa la zona de la playa de Suances del casco urbano.
Ismael Ceballos Díaz y María de los Ángeles Quevedo Somoza abrían su tienda con el sol y la cerraban bien entrada la noche, de lunes a lunes, que era cuando Ismael repartía los pedidos en los chalés y pisos, con la caja de víveres siempre al hombro. Pasados algunos años, ambos abrieron un pequeño supermercado frente a los pinares y, ya mayores, decidieron tener una vida más tranquila trasladando su negocio al centro del pueblo.
Con su fallecimiento, a los 74 años, se ha desatado una ola de añoranza entre sus vecinos y los veraneantes del Suances 'de toda la vida'. Un hombre serio y muy trabajador, siempre dispuesto a atender a sus clientes con una sonrisa.
Suances ha perdido a un buen vecino que supo enseñar a sus hijos Gema e Ismael el valor del trabajo y la recompensa al esfuerzo.
Descanse en paz.
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